domingo, 26 de agosto de 2018

Diario para el olvido. Día 25

24 de agosto de 2018

He pasado toda la noche en vela. El aire que entraba por la ventana era fresco e invitaba a disfrutar. A mi lado, a un volumen apenas audible, han ido desgranándose algunas obras de Händel. Por unas horas he sido completamente feliz. 
Al otro lado de la calle fueron apagándose lentamente las luces sofocadas. Una mujer leía en silencio, ungida por esa paz excluyente que rodea a quienes vuelan hacia el interior de su imaginación mientras el mundo a su alrededor desaparece.
Hay un goce único en la contemplación anónima. Una energía que invita a elucubrar sobre la vida de aquellos a los que observamos y de los que no sabemos nada. 
La música crecía y me envolvía llevándome a construir una vida en torno a la desconocida que apuraba con sed, con desazón, las últimas páginas del libro. Al terminarlo la vi respirar profundamente, cerró el volumen sobre sus rodillas, acarició las tapas y se lo llevó al pecho. Estuvo así apenas unos segundos. Luego, como si hubiera despertado de un sueño, tendió la mirada a través de la ventana, pasando de largo sobre mi, que seguía a oscuras, invisible, como un cazador emboscado, con el corazón agitado y la imaginación desbocada.
Poco después se levantó, ligera aún de realidad, apagó la luz y se perdió en el laberinto minúsculo de su apartamento dejándome solo con la noche.


G.M.

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