“Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, que decía la zarzuela. Ahora podemos pagar con el móvil. ¡Qué cómodo! ¡Qué ecológico! El banco se ahorra el costo del correo, el papel, los franqueos y la producción de tarjetas de plástico.
En nombre del progreso también podemos gestionar nuestras cuentas en línea. ¡Qué útil! ¡Qué rápido! Nos sentimos como niños mayores, sesudos y capaces haciendo el trabajo de los bancarios de las sucursales que ahora podrán cerrar sus puertas dejando en el paro a varios millares de personas. Pero no importa porque se les indemnizará convenientemente gracias a la pequeña infinidad de comisiones que pagaremos, religiosamente, todos los clientes. Y también recibirán los dos años de paro a los que tienen derecho, y que financiaremos todos los ciudadanos con nuestros impuestos. Y, si los recién despedidos son suficientemente longevos, podrán jubilarse, y seguiremos siendo los esforzados ciudadanos los que salvemos a los bancos de sus políticas suicidas aunque, en realidad, sus cuentas no registren pérdidas.
¡La banca siempre gana!
Pero la tecnología y la sostenibilidad también invaden los hipermercados. Ya no contaminan llenando el medio ambiente con bolsas de plástico regaladas. ¡Qué ecológico! Ahora pagamos por ellas y así contribuimos también a la buena salud financiera de estas grandes compañías. Pero los sobre-empaquetados, los envoltorios de plástico para pre-cortados y las fajas de papel no se reducen.
Además, para facilitar la vida a los clientes, para que no pierdan su valioso tiempo, los consumidores pueden cobrarse los productos ellos mismos. De ese modo las grandes compañías ganan más dinero aunque se aumenten las listas de parados.
También ha llegado la revolución tecnológica a las empresas eléctricas. Es necesario cambiar los viejos contadores por otros que puedan leerse de forma remota. Son más seguros, más fiables y, sobre todo, los pagan los usuarios así que ¡negocio redondo!, pueden despedir a los trabajadores que leían los consumos hasta ahora y las empresas recortan otra porción de gastos para poder aumentar los salarios de los directivos y consejeros. ¿Alguien da más?
Para cualquier gestión nos vemos obligados a tramitar nosotros mismos nuestras peticiones a través de una web o, aún peor, a través de un servidor vocal que no sirve, ni entiende, ni soluciona absolutamente nada.
Aislados. Autogestionados. Los ciudadanos somos más fáciles de manipular. Podemos comprar a través de Internet. Podemos ver las películas y las series que nos interesan sin movernos del salón de nuestra casa. Podemos opinar en redes sociales como si nuestra opinión tuviese algún valor. Podemos estar más solos y más obsesionados con nuestros propios fantasmas mientras la maquinaria paquidérmica continúa su avance imparable.