Basura. Hemos construido sobre los desechos del consumo. Ya no tenemos raíces. Ya no convivimos con nuestros vecinos, ni con nuestros viejos, ni con nuestros hijos, que pasan de los brazos de los abuelos a los de las cuidadoras domésticas y de ellas a las guarderías.
Basura. Las calles son un relicario de restos posmodernos: latas de bebida abandonadas, envoltorios de patatas fritas, condones usados, pañales sucios sobre los descampados de barrios en eterna construcción, en eterna destrucción.
Las calles huelen a hamburguesa y a pollo asado. A veces, pocas veces, también a cocido y a tortilla de patatas.
Basura. Las consignas incendiarias de algunos salvadores políticos y religiosos son basura. Proliferan los tele predicadores religiosos en cadenas fantasma, los otros tele predicadores, los que culpan a los pobres, a los inmigrantes, a los progresistas, a los diferentes, están en todas partes, ya no sirve con cambiar de canal para no escucharlos, se meten en nuestros salones, en nuestra sopa, en nuestros sueños.
Basura. Nos alimentamos de basura procesada: grasas saturadas, conservantes, emulgentes, colorantes, espesantes, mejorantes, glutamato. Los niños meriendan bolsas grasientas de tentempiés en vez del eterno bocadillo de mi infancia, o el pan con aceite y azúcar, o el ingenuo y excepcional pan con chocolate.
Basura. Trabajamos más horas, vivimos menos, tenemos menos libertad, vendemos nuestro tiempo para acumular más cosas. Nunca es suficiente. No nos paramos a mirar el cielo o los árboles, corremos hacia la casilla de salida de cualquier puente festivo huyendo de nuestras vidas sin mirar atrás. No nos gustamos. No nos amamos. Solo queremos escapar.
Basura. El Progreso de la compra a plazos y de la felicidad estandarizada es basura. La publicidad sigue vendiéndonos cremas de belleza para mujeres maduras con rostros de treintañeras, los vehículos galopan libres sobre carreteras vacías que se convierten en eternos embotellamientos para esclavos cuando los usamos nosotros, los productos “exclusivos” los adquieren billones de personas y la libertad se reduce a tomar unas cervezas con amigos como si eso fuese un logro de esta era.
Basura. Todo lo que hemos aceptado sin pensar no es más que basura. Consignas, objetos, imágenes hipnóticas de un mundo que nunca ha existido, de una realidad virtual construida para mantenernos en la rueda del hámster del consumo. Basura.