sábado, 4 de agosto de 2018

Diario para el olvido. Día 12


4 de agosto de 2018 

Comienzo, en estas mismas páginas, un nuevo proyecto que seguramente quedará a medias pero que ha venido a mí  y no tengo más remedio que derramarlo aquí. No sé cuánto de esté personaje me representa y cuánto es fruto de la observación de los demás, pero eso ahora no importa. Procedo, pues, a anotar las primeras líneas de mi nuevo trabajo:

“Emilio iba rumiando entre dientes mientras avanzaba por la Gran Vía, cabizbajo, huraño, ceñudo. Miraba de reojo las sombras que se le iban cruzando por delante, dejándole atrás con su lentitud arbórea y su grisura de postguerra:
“Los seres humanos somos grotescos.- pensaba - Esas gordas de culos prietos en los que queda sepultada una braga fina como hilo de coser; esos hombres de traje y corbata a las cuatro de la tarde de un agosto canicular, con la respiración y la circulación retenidas; esos bebés vestidos a la moda de los peores años de la guerra y el hambre del siglo pasado, con las gomas oprimiéndoles las Inglés inocentes.
Si, los seres humanos somos grotescos. Animales salvajes jugando a la civilización. Excrecencias intelectuales dirigiendo el curso de las sociedades “modernas”, lobos vestidos de payasos que empujan a los hombres a un abismo ciego.

Emilio se detuvo, encorvado, sudoroso, recorriendo con la mirada acuosa y desventrada la fila interminable de compradores obsesivos que se formaba delante de un negocio de ropas baratas.

“Idiotas. Ganado envilecido por la avaricia de las ofertas insustanciales que los convierte en esclavos.”
Alguien le empujó sin piedad al pasar haciéndole tambalearse entre el gentío brillante de sudor y de codicia. 
Maldito trol deforme de gimnasio.

Aún no sé nada más de Emilio. No sé cuál es su historia, pero me gusta. Quién sabe, tal vez pueda capturarlo Iara siempre.


G.M.

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