domingo, 14 de mayo de 2023

Reflejos


Sobre los charcos lúcidos transitan nubes perfiladas de sol. La calle está vacía. Hay un aroma cálido en el aire. Las páginas del libro aletean dulcemente movidas por la brisa. 

Alargo un poco más la quietud. Temo el primer ruido que resquebraje la mañana. La cafetera borbotea aromas impregnados de infancia.

Me siento junto al ventanal bañado por el sol. Cierro los ojos y adelanto el rostro hacia la luz. La felicidad se extiende indiferente por mi cuerpo. Estallan endorfinas luminosas que se derraman en mi cerebro y me transportan. 

Una melodía antigua se instala en mi cabeza y se repite en silencio como la banda sonora de un recuerdo encapsulado. Me trae el rastro de un momento que parecía olvidado y me acuna, mansamente, en una primavera remota.

Un crujido sutil me alerta de una puerta que se abre. La vida hace camino a sus espaldas. El instante, fugitivo, ya es memoria.

domingo, 7 de mayo de 2023

Madres


Ser madre es una responsabilidad, un reto, un regalo y un sacrificio servido en dosis diarias, cuyos escollos aterran y cuyas pequeñas victorias llenan de luz todos los rincones de la vida.

Cada logro de los hijos empaña los ojos de lagrimas de orgullo. Cada traspiés, por insignificante que sea, construye noches de insomnio.

Ser madre es, para mi, la aventura más maravillosa y exigente que he emprendido jamás, y esa  aventura, en mi caso, ha sido felizmente compartida con mi pareja desde hace casi 38 años, que es un gran  padre vocacional y comprometido y sin el que mi deseo de ser madre, tal y como lo soy ahora, habría sido imposible.

Felicidades a todas las madres, las biológicas, adoptantes, emocionales, las tías, las abuelas, las amigas del alma que ejercen como tales, a todas las que velan, buscan soluciones y se preocupan; a todas las que están pendientes de las necesidades de los niños que las rodean y hacen de su cuidado una prioridad irrenunciable.

viernes, 5 de mayo de 2023

Madrid


Madrid se extiende ahí abajo como una promesa. Desde la distancia parece más bella, más humana. Alza sus torres párvulas a un cielo primaveral que atardece y se amansa, como terciopelo, tras el calor casi estival. Allí se vuelve cárdeno, allá turquesa, al fondo, muy al fondo, gris.

Desde esta distancia las almas que se entrecruzan, se superponen, se agreden o se aman, son invisibles. Apenas me llega el rumor de las  motos que cabalgan el verano y fatigan las noches sin descanso.

Desde la distancia se olvida la crueldad de las cuestas escarpadas y retorcidas de los barrios viejos, el olor a café con leche y churros, el trajín de las máquinas tragaperras, la lucha por ganarse el pan, las manos menesterosas que piden limosna en los semáforos, las colas ante los comedores sociales, el cacharreo cristalino de las conversaciones y los vasos en las terrazas que colonizan las aceras.

Desde la distancia, desde esta lejanía del vigía que se asoma a su balcón como un farero domador de mareas urbanitas, los teatros no palpitan con reclamos luminosos, los cláxones no doblegan voluntades, y solo el rastro extendido de una nube perezosa que navega azoteas infinitas retiene mi atención y me devuelve al blando refugio de la infancia, a la calma sin problemas del pasado, al soñar infantil que hacía florecer mis esperanzas.