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¿Qué hay detrás de una toma, de la captura rápida de un rostro, de un gesto, de una mirada? El fotógrafo es un obseso que busca y rastrea desde el otro lado del objetivo, que elucubra sobre su personalidad, sobre su pasado, sobre su futuro. Tiene en sus manos un material delicado: la posteridad. Cuando los hombres del futuro contemplen la figura concreta de un individuo anónimo, de un actor o de un escritor, no verán realmente a la persona sino al personaje que el fotógrafo construyó para ella.
El retratista es un psicólogo, un
compositor. Es un ser sensible y fantasioso, un creador de realidades. Unas veces
vende la imagen rebelde de una modelo esplendorosa, otras las arrugas
concentradas de un intelectual, a veces la miseria detrás de un individuo
salido de las cloacas de una sociedad que lo desprecia. El retratista es el
traductor de hombres que va buscando en los demás un camino hacia sí mismo.
Palpar el mundo ajeno es un vicio interesante.
Retener el tono exacto de unos iris, la forma dinámica de la luz sobre la
irregularidad de la piel surcada por los gestos copiados de los padres, de los
amigos, de los actores a los que admira. Acariciar con la vista, escuchar la
risa para capturarla en el relampagueo implacable del obturador, proyectar la
idea de una personalidad a través del tiempo y del espacio es un placer
profundo que trasciende la inteligencia humana.
Paloma Ulloa