viernes, 16 de diciembre de 2016

"Papel, papel y tinta" a viva voz

 
Librería La Rayuela (Berlín)
"Papel, papel y tinta" se sale del cajón de novedades


Cuando un texto se publica, deja de ser, en cierto modo,  del autor, para convertirse en algo ajeno, nacido de él, pero con vida propia. Cuando además ese texto es leído en voz alta por otro, esa vida adquiere cuerpo y forma, crece, se hace  más grande y  hermoso y vuela.

Así ocurrió cuando David Felipe Arranz, de El Marcapáginas (Capital Radio) comenzó a leer pedazos de mis relatos en antena.

https://www.youtube.com/watch?v=Hc-4dXjhrlc

miércoles, 14 de diciembre de 2016

sábado, 26 de noviembre de 2016

Entrevista para "Leerenmadrid.com"



Debo agradecer a Leerenmadrid.com y en especial a Maribel Orgaz por la publicación de esta entrevista:

http://www.leerenmadrid.com/2016/11/hombres-que-consuelan-con-el-don-de-su.html

La insoportable corrosión de las palabras



Durante meses hemos sido sometidos a esa insoportable exposición partidista de las palabras (cada una de ellas con su carga negativa y manipuladora), hasta desgastarlas y vaciarlas de cualquier contenido.

Todos, políticos, grupos mediáticos y ciudadanos, nos hemos mecido entre discursos en los que se aireaban ideas atroces que tenía el poder de acusar al contrincante de ser “populista”, “fascista” y hasta “nazi”, sin que fuésemos plenamente conscientes del juego nocivo en el que estábamos sumidos. No importaba realmente el efecto sobre los oyentes, lectores o telespectadores, lo único importante era arrastrar a la mayor cantidad posible de personas hacia una u otra posición. Los que no opinaban como nosotros era “populistas”, los medios de comunicación que se postulaban  descaradamente por una u otra opción usaban ese maniqueísmo ramplón sin analizar las consecuencias de sus actos: el desgarro social, el enfrentamiento ideológico, o más que ideológico, visceral, que tal bombardeo provoca en las personas, a sabiendas de que la política contemporánea raramente permite que se adopten decisiones extremas.

Nada importa, una vez conseguido el objetivo ya habrá tiempo de desdecirse, de matizar, de buscar la negociación, de curar las heridas. Pero no siempre se puede calmar el escozor violento que se despierta en la gente desesperada, en la gente que cree tener “razón”, en los que elevan sus banderas porque es lo único que les queda o porque defienden el castillo de sus intereses.

Si nos hubiésemos podido ver desde el pasado a través de un telescopio temporal, seguramente nos habríamos horrorizado del simplismo al que ha llegado la política mundial, la inmadurez, la falta de miras, la zafiedad de los discursos, la brutalidad propagandística y hasta la impunidad con la que se defiende esto y lo contrario unos días más tarde. La ética y la moral, en el sentido más puro de estas palabras, no valen nada. Si hay que desenterrar a las víctimas o hay que elevar a los púlpitos a falsos mártires, se hace sin pudor, sin sonrojo, con la connivencia y el beneplácito de los aplausos propios, porque las críticas ajenas no llegan a atravesar la cruda barrera fangosa de los adeptos. Se acallan con gritos y soflamas las voces conciliadoras, los discursos lúcidos y moderados, y se expone a la población a una polarización insana que traerá, inevitablemente, consecuencias inesperadas, porque despierta sentimientos que están mucho más allá de la lógica o la razón.


Es desmoralizador ver que nosotros, herederos de los horrores de los que fue testigo el siglo XX, de los que tanto se ha hablado y tanto se han analizado, comenzamos a sentir a nuestro alrededor un tufo insano de nostalgia que poco o nada tiene que ver con la realidad que nos concierne. Si no despertamos pronto de este sueño enfermizo, es muy posible que vuelva a desencadenarse la pesadilla.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Un paseo literario por Berlín


También disponible en:

He vivido, caminado, sentido, olfateado y transitado Berlín como quien se siente arrastrado por una inspiración que no es capaz de identificar físicamente. He explorado sus museos, sus calles, sus  cafés, sus librerías, sus parques y sus memoriales, palpándolos como un ciego que intentase comprender la forma exacta de un rostro; y he seguido el rastro de todos los idiomas que vomita la ciudad con la intención de construir un edificio de imágenes escritas que me permitiesen traducirla en una geografía inteligible de palabras. Porque de palabras, de libros y de historias está hecha y quizá por eso se multiplican los lugares de encuentro en los que la literatura es el centro de todo, desde el romántico palacete de la Im Literatur haus, rodeada por su coqueto jardín rumoroso que lo aísla del tráfico de la cercana Ku’damm, al Literaturisches colloquium Berlín, recogido en mitad del enigmático e intrincado bosque del Wannsee.

Pero la sucesión de convocatorias en las que la narración escrita es la protagonista absoluta se encarna un calendario intensísimo que comienza con la baliza del Festival Internacional de literatura y continua con un sinfín de presentaciones de libros y lecturas que se programan en librerías de todo tamaño y condición, en locales con vocación noctámbula y hasta en apartamentos privados.

Es imposible pasear por aquí sin escuchar la lúcida y alcoholizada voz de Joseph Roth, en sus “Crónicas berlinesas” (1921 a 1933), que extiende ante nuestros ojos la ciudad activa y mestiza de los años de entre guerras, la miseria, la industria, el tránsito constante de coches grandes y negros como insectos formidables, el primer semáforo que se instaló en Europa, y aquellos tranvías atestados de obreros y oficinistas ignorantes del futuro que llegaría, casi de inmediato, descerrajando sus vidas para siempre.

Pero también me acompaña el desheredado Franz Biberkopf en su viaje por el horizonte crepuscular de los años veinte de “Berlín Alexanderplatz” con cuyo callejero inestimable he reconstruido la urbe moderna que ha crecido sobre su carne entumecida con raíces de piedra y acero. Y, tal vez, con Marta Hillers y su “Una mujer en Berlín” he entendido algo mejor este presente que tiene su origen en la humillación, el hambre y la desesperación que vivieron las mujeres berlinesas durante la ocupación rusa, sometidas, violadas sistemáticamente y avergonzadas, que se encerraron en sus silencios para poder sobrevivir. Del mismo modo que, a veces, en esas miradas ancianas que aún se puede uno encontrar en una esquina, me parece reconocer al “Buen Alemán” de Joseph Kanon que habitó entre las casas desventradas y la ruina humana que dejaron los bombardeos. Y puedo sentir el acero del miedo descrito en el paisaje fantasmal de la Guerra Fría en “El espía que surgió del frío” de John Lecarré. Y la incomprensión, el recelo y hasta la exclusión de los huidos de la  RDA en la “Zona de tránsito” descrita por Julia Frank.

Delicioso es, en cambio, el paseo a través de la novela (infantil-juvenil) “Emilio y los detectives” de Erich Kästner en la que su protagonista recorre estas calles en busca del ladrón que le robó ciento cuarenta marcos durante un descuido, en el tren que le llevaba hasta la capital. Y emocional y sorprendente es la visión de Ingo Schulze asomado a su “Avenida del sol”, desde la que nos describe la extraña esquizofrenia de la ciudad fracturada en la que los niños aceptaban con normalidad que su calle estuviese interrumpida por una empalizada inabarcable que los separaba del resto del mundo, una empalizada a través de la que llegaban los sonidos y los olores y sobre la que se desplazaban las nubes y los pájaros en libertad, incapaz de detener la lluvia y el sol que bañaba por igual a las dos “Alemanias”. Pero tampoco puedo olvidarme, en este recorrido personal, del delirante relato de Vermes Timur en el que propone la vuelta a la vida, en pleno siglo XXI, de un Hitler que encuentra en las nuevas tecnologías y en la inocencia de la gente que le rodea, un campo nuevo para volver a tomar el poder entre sobreentendidos y confusiones hilarantes que sirven de autocrítica y análisis del mundo actual.

Desde luego, es imposible enumerar a todos los autores que vivieron (y viven) aquí y que a veces usan la ciudad como telón de fondo, casi accidental, de sus textos, como Cees Nooteboom que recopila en “Noticias de Berlín” las crónicas que fue escribiendo en sus diferentes estancias en la ciudad y que son un verdadero documento histórico del último cuarto del siglo XX. O que la viven y la incorporan a sus vidas como Christa Wolf, Imre Kertés, Herta Müller, Julio Llamazares, Carlos Cerda o yo misma, que he sentido su aguijón y he escrito (y sigo escribiendo) textos ambientados en ella, entre los que se encuentran algunos de los relatos que aparecen en mi último libro “Papel, papel y tinta” de la Editorial Talentura como “Historia de un sillón”, en el que un mensaje atraviesa el tiempo y el espacio para llegar, de la mano de una desconocida, hasta su destinatario; “Abrazos robados”, en el que amor y la esperanza viajan en forma de palabras; a los que les suceden otros muchos como “Sekura Fabrik”, “La vendedora de periódicos” o “Despertar de la pesadilla” impregnados por la atmósfera particularísima de esta urbe única.

En definitiva creo que se puede decir que Berlín es, hoy en día, la ciudad más inspiradora y viva que conozco. Muchos son los que ya la denominan la “Nueva York” europea, aunque no pocos de los que vivieron la caída del muro y su resurgir comienzan a sentirse decepcionados de la evolución de esta “última isla” que poco a poco va transformándose en una megalópolis moderna, despiadada y anónima, como cualquier otra.

Paloma Ulloa



Reflexiones del Minotauro: La felicidad



Hace unos días me tropecé con esta frase de Antón Chéjov: “La felicidad no existe. Lo único que existe es el deseo de ser feliz”.

¿Existe realmente la felicidad y, si existe, qué es, una inyección de endorfinas que provoca el cerebro en un instante, el resultado de una pura reacción fisiológica a un estímulo o una comprensión racional de la excepcionalidad gloriosa de un momento único, una voluntad de no dejarse arrastrar por la angustia, el miedo y las presiones del entorno? ¿Se puede ser feliz sin haberlo deseado? ¿Puede ser feliz alguien que no sea capaz de desinhibirse para entretenerse durante unos segundos siquiera en la belleza de un rayo de sol atravesando la bruma o en el placer de compartir una conversación y una caricia con las personas amadas?

¿Es la felicidad un concepto inalcanzable? ¿O por el contrario es una emoción tan fugaz que uno no es consciente de haber sido feliz hasta que el instante en el que lo sintió ya forma parte del pasado de forma irrecuperable?

Yo sí creo en la felicidad y más que en ella, en la voluntad irreductible de ser feliz, de disfrutar cada uno de los girones que se desprenden involuntariamente de la vida y que iluminan nuestro recorrido. Se puede sentir esa felicidad en la mirada de un niño, en una palabra amable, en la celebración de un éxito, en el consuelo recibido como consecuencia de un fracaso, en el deseo incuestionable de encontrar momentos mejores, en no dejarse desfallecer por el abatimiento, y en la memoria de los buenos momentos que todos, hasta el menos afortunado, hemos logrado atesorar a lo largo de nuestra existencia.

Entonces ¿existe la felicidad? Sí, en la medida en que uno desee experimentarla y no se deje arrastrar por el desaliento que a  todos nos atrae  como un imán en algún momento de nuestras vidas, es decir, en la medida en que deseemos ser felices.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Ayer en "El Marcapaginas" de Capital Radio



Ayer pasé un rato muy agradable en compañía de David Felipe Arranz y de todos los que componen el equipo de "El Marcapáginas", hablando sobre "Papel, papel y tinta" y escuchando en la voz de David, algunos fragmentos de mis relatos.

Gracias a todos.

Aquí podréis escuchar el programa de nuevo, si os apetece:

http://capitalradio.es/audios/20161118_MARCAPAGINAS.MP3

viernes, 18 de noviembre de 2016

Manos



Siempre me gustaron las manos venosas de mi madre, tan vividas, tan protectoras y, sin embargo, tan reacias a la caricia como palomas huidizas. Y ahora las encuentro en mí, replicadas en mis gestos y en mis irregulariades, aunque sutilmente transformadas por la rotundidad de otras manos que asoman por debajo de mi piel, más anchas, más masculinas, hijas directas de mi padre que hoy, justo hoy, hace ya demasiado tiempo que se marchó, dejándome huérfana de conversaciones y de recuerdos que nadie cosechará en su nombre.

Papel, papel y tinta en "todoliteratura.es"



http://www.todoliteratura.es/noticia/11400/actualidad/talentura-libros-publica-papel-papel-y-tinta-de-paloma-ulloa.html

Papel, papel y tinta en "todoliteratura.es"

http://www.todoliteratura.es/noticia/11400/actualidad/talentura-libros-publica-papel-papel-y-tinta-de-paloma-ulloa.html

domingo, 23 de octubre de 2016

Presentación del libro "Papel, papel y tinta"

El pasado viernes, en la librería "Cervantes y compañía" de Madrid, presenté mi último libro "Papel, papel y tinta". Uno de los relatos que leí en directo fue "Sobre la colina". Aquí está el vínculo para que podáis escucharlo como si hubieseis estado allí, con Rosa Melendo, mi maravillosa "maestra de ceremonias", Mariano Zurdo, el editor de "Talentura" y un montón de amigos y curiosos.



sábado, 22 de octubre de 2016

Presentación en Madrid de "Papel, papel y tinta"


Rosa Melendo presentando la obra y a la autora


Mariano Zurdo (Talentura) , Paloma Ulloa, Rosa Melendo (Periodista)


No hay nada parecido a la satisfacción de presentar un libro entre amigos y curiosos. No hay como leer en voz alta tu propia obra y ver la reacción de los presentes al pulsar las teclas de sus emociones. Anoche tuve el privilegio de poder tener a mi alrededor a los lectores que escucharon algunos de los relatos de mi último libro "Papel, papel y tinta" (Talentura libros) en la preciosa librería "Cervantes y compañía" de Madrid.

Fue, sin duda, una noche mágica en la que las palabras, los personajes y las historias, tomaron vida propia y pulularon entre público y estanterías. La emocionada presentación de la periodista Rosa Melendo, abrió la puerta y preparó los oídos de los presentes, despertando su curiosidad y su "apetito", y el gusto por las palabras, hizo el  resto.

Gracias a todos por haberme acompañado y arropado, por haber compartido conmigo esa parte íntima  de la literatura en la que se pone ante el público el trabajo realizado en silencio y del que siempre se tienen dudas hasta el último momento.