A menudo, cuando llego a Alemania, me sorprenden varias cosas: Una de ellas es que existe un espíritu unido bajo el que el pueblo, dolorido aún por una reunificación que les ha obligado a un sinfín de sacrificios, se siente (en general) orgulloso de ser lo que es, un país poderoso y trabajador que encuentra su mayor fortaleza en su esfuerzo. También me conmueve la clarividencia de quienes dirigen la reconstrucción de Berlín, con mano dura, (aún a costa de la sangría de impuestos y costos inimaginables) porque el objetivo es presentarse ante el Mundo a través de una capital hermosa, multicultural, dinámica y moderna, a la que han sabido invitar a los creadores de todos los rincones para enriquecerse con ellos.
Ahora, embarcados en la "penúltima" utopía, han iniciado la titánica reconstrucción del viejo palacio real que quedó definitivamente destruido por las excavadoras de la RDA en 1950. Y las personas que informan sobre el proyecto, cuyo premio ha sido adjudicado al arquitecto italiano Franco Stella, destilan una alegría llena de orgullo ante la sorpresa admirada de los que observamos las maquetas y escuchamos cómo podemos "comprar" partes del futuro edificio con nuestra contribución económica. A disposición de todo el que lo desee, han puesto un catálogo en el que aparece meticulosamente detallado el costo de cada ménsula, de cada pedazo de balaustrada, de cada tímpano y de cada capitel, y así, con los ojos chispeantes de convencimiento y con la misma tozudez con la que soportaron con los dientes apretados la separación, el dolor y la vergüenza, ahora recaudan (como ya hicieron en su día para salvar la Berliner Dom) el dinero necesario para que el viejo Palacio de la República, levantado por la República Democrática Alemana, pase definitivamente al olvido.
Tal vez, lo más impresionante (e inquietante) sea que, cualquier proyecto, por inabarcable que pueda parecer, cuando lo firma el pueblo alemán tiene visos de convertirse en una realidad tangible porque están dispuestos al sacrificio si creen que el resultado final merece la pena.
http://www.berliner-schloss.de/
Ahora, embarcados en la "penúltima" utopía, han iniciado la titánica reconstrucción del viejo palacio real que quedó definitivamente destruido por las excavadoras de la RDA en 1950. Y las personas que informan sobre el proyecto, cuyo premio ha sido adjudicado al arquitecto italiano Franco Stella, destilan una alegría llena de orgullo ante la sorpresa admirada de los que observamos las maquetas y escuchamos cómo podemos "comprar" partes del futuro edificio con nuestra contribución económica. A disposición de todo el que lo desee, han puesto un catálogo en el que aparece meticulosamente detallado el costo de cada ménsula, de cada pedazo de balaustrada, de cada tímpano y de cada capitel, y así, con los ojos chispeantes de convencimiento y con la misma tozudez con la que soportaron con los dientes apretados la separación, el dolor y la vergüenza, ahora recaudan (como ya hicieron en su día para salvar la Berliner Dom) el dinero necesario para que el viejo Palacio de la República, levantado por la República Democrática Alemana, pase definitivamente al olvido.
Tal vez, lo más impresionante (e inquietante) sea que, cualquier proyecto, por inabarcable que pueda parecer, cuando lo firma el pueblo alemán tiene visos de convertirse en una realidad tangible porque están dispuestos al sacrificio si creen que el resultado final merece la pena.
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