Miedo. En el país que inventó el fascismo gana las elecciones el neofascismo. Putin juega a los dados con las democracias y en ese juego perverso, por ahora, va ganando.
Miedo. Europa se estremece (tarde) sintiendo como se descosen sus costuras. Las bolsas de la compra no se llenan. El Euro se deshincha como un globo. El frío amenaza con instalarse en los hogares este otoño. El hambre se asoma a las ventanas afilando sus colmillos.
Miedo. El clima no entiende de política. Revienta el cielo anegando el presente. No hay dique que detenga las riadas ni cisternas que aprovechen su caudal.
Los ciudadanos impotentes ven cómo se pierde su vida deshecha por el agua, por la guerra, por la especulación, por el egoísmo.
Miedo. Nadie imaginó que la vida podía cambiar tan rápido arrasando las certezas en la Europa de 1914 y de 1939, en la España de 1936, en la Yugoslavia de 1991, en la Ucrania de 2022.
Miedo. Todo lo que parecía sólido se licúa. Nada queda en el cedazo de la memoria. Cada batalla parece única. Cada cañón tiene un tono diferente. Cada miedo lleva un nombre prendido en sus costuras.
Imagen: Sarolta Bán