Leo. Navego una de las novelas más alabadas por la crítica oficial de los diarios de tirada nacional, por los blogueros, “expertos”, YouTubers, Instagramers y opinadores de todo cuño, pero yo me siento extraña, vacía, decepcionada. Me parece una obra repetitiva y condescendiente. Los personajes me resultan inconsistentes. El final, que debería ser sorprendente, y al que me he ido acercando con una pereza letárgica, resulta previsible casi desde el principio.
Siento un enorme desánimo cuando finalizo la última puntada de este tejido parcheado. No me ha gustado. No he visto las cosas que supuestamente lo hacen único. No he conectado, disfrutado o apreciado la labor creativa que se le atribuye.
Seré yo. Serán mis prejuicios de vieja lectora. Será que no soy el público objetivo al que va dirigido. O, simplemente, es que lo he leído en el momento equivocado. Qué sé yo.
En cualquier caso buscaré enseguida otra obra con la que enjuagarme el sabor amargo que me ha dejado ésta. Tal vez un libro ya leído muchas veces. Una de esas creaciones que te devuelven la ilusión por la literatura y te borran de inmediato de la memoria el decepcionante pasado reciente.