He estado ausente de todo, incluso de mí mismo, durante unos días. Nada me impulsaba a comunicarme, así he guardado silencio. A veces el silencio cura o, al menos, ahoga ciertos pensamientos negativos, los asfixia, los convierte en ceniza.
De vuelta en mí, me encuentro exactamente en el mismo apunto de partida. Aquellas viejas exhortaciones al disfrute de la vida que un día fueron tan míos, ahora me aburren, me parecen mantras vacíos, mensajes publicitarios para almas huérfanas de inteligencia, eslóganes cargados con venenosas mentiras: “Tú tiempo es tuyo”; “vive tu sueño”; “Disfruta de tu libertad”; “carpe diem”...
Compramos aire y dejamos en los anaqueles olvidados del trastero las cosas que algún día realmente fueron importantes. Miro, escucho, leo todo lo que cae en mis manos y la mayoría del tiempo me aburro. Me aburre la bravuconearía de los presuntos “nuevos talentos” y la majadería de la rica burguesía que devora cualquier cosa envuelta en papel dorado. Escucho músicas que me parecen ya escuchadas y como nuevas creaciones culinarias que me parece haber comido miles de veces antes.
Pero la tarde languidece. Felicitémonos de que termine el día. Una jornada más, una jornada menos. Al menos la molicie del tiempo es fiel a sí misma.
G.M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario