16 de agosto de 2018
Hay hordas de personas perdidas. Gente que deambula más que viaja, que se sienta en los bancos y mira, sin saber qué hacer ni dónde ir. Hay gente que pretende entender el mundo sin haber leído nunca nada, sin saber dónde ni cómo llegamos hasta hoy. Gente que pretende estar viva pero que en realidad vegeta inútilmente consumiendo oxígeno y despilfarrando recursos. Los escucho. Se ríen de todo, de todos. Pasean su mirada bovina por encima de los ciudadanos laboriosos que se dirigen al trabajo, a la escuela, a sus casas. Los observan como si no pudiesen abarcarlos, como si fuesen capaces de saber cómo son sus vidas o sus inquietudes, pero dentro de unos días volverán con sus maletas tumefactas a sus países sin tener más recuerdo que una proverbial resaca de incomprensión y sangría.
G. M.
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