viernes, 23 de agosto de 2024


Viernes. Agosto comienza su declive mirando de reojo el retorno a la rutina. El calor no ceja en este Madrid semidesértico de gente y clima. Las madrugadas se van haciendo más lentas, más plomizas.

Viernes. Los rosales de la memoria se agostan. Las gentes no quieren saber qué ocurrió ni por qué, pero las fauces de ese pasado se acercan y van husmeando en los vacíos de las conciencias para sembrar las semillas del odio. 

Viernes. La política sigue atascada en la burbuja de “lo mío, lo nuestro”, ciega, como siempre, a la realidad. La violencia no ha cesado de traernos muertos a las orillas del otoño, durante todo el verano. Las guerras no cesan. Los asesinatos de mujeres y niños continúan. Las conciencias duermen. El Mediterráneo se llena de cadáveres anónimos, el foco mediático se pone en un grupo de millonarios ahogados en un velero.

Viernes. La semana ha sido absurda y anodina, como todas.

Los que creen mover los hilos juegan a ser imprescindibles.

Los que de verdad deciden broncean sus conciencias al sol mientras deshojan de humanidad decisiones asesinas.


Ilustración: Miguel Vega Arce

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