Hay una muerte sedante,
un arrastrar de tristeza,
un romperse los pulsos
contra el mañana imposible,
un caer sin mesura
a la aflicción estancada.
Hay una mirada esquiva,
una herida de codicia,
un rumiar dolores importados,
un no saberse vivo o muerto
en los balances fiscales.
Hay un cansarse de letras
y un construir pesadillas,
y un escuchar voces rotas
que no dicen, ni desdicen,
ni aportan, ni consuelan
en el vacío infinito
de avenidas atestadas.
Hay un rencor de recuerdos,
un prometer no empobrece,
un suturar desagravios
en las costillas abiertas
de la vida.
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