Largas serpientes rojas
azotan el acceso a la ciudad.
Rostros embrutecidos
corroen la noche diluida
salpicados de flujos rojos,
chorreantes, cáusticos.
Una ambición postiza
enciende deseos enfermizos
pensados para nosotros,
sin nosotros,
en despachos oblicuos
poblados por intrusos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario