Se derraman mis muertos,
alimañas que exigen su tributo.
En la brasa de sus ojos
palpita la conciencia de haber sido.
Las hojas de su historia caen, otoñales de olvido,
sobre mi pelo entrecano.
Hambre, represión, silencio,
cárcel, desmemoria.
La indiferencia infecta
la tierra de sus bocas.
Descerrajan mis ojos
en la travesía del sueño
y me obligan a mirarlos.
Oculto su derrota
debajo de mi almohada.
Pero ellos no se van.
Archivo sus escombros depurados.
Ensayo olvidos.
Pero navegan, espumosos,
en el vítreo de mis ojos,
Inflexibles, exigentes, decididos.
Imagen: Clemente Bernad
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