miércoles, 3 de noviembre de 2010

Historia de unos pasos


Vincent Van Gogh

Gotea el brillo artificial de los zapatos de plástico, deformados de tantos malos pasos y de tantos tropiezos. Su limpieza digna evidencia la pobreza del caminante que bordea las aceras granadas de calzados deportivos, de tacones caribeños y de voces redondas.

Una mano inquieta rebusca las llaves tintineantes en el fondo del bolsillo desgastado, abre el portal taimado y huidizo, estrecho de espacio y de luces, palpa el fondo metálico del buzón descolgado de la pared y patea suavemente los escalones viejos como el tiempo.

Arriba, en la minúscula buhardilla, los pasos se amortiguan en el interior cálido de las pantuflas de invierno, reposan en el hogar destemplado y estático, perfumado a piel dormida bajo varias mantas, a comida fría y a café recalentado. Pero ahora su ritmo es cadencioso y arrastrado, remueven apenas una finísima capa de polvo que, casi enseguida, será atrapada por la escoba y la fregona, siempre dispuestas a la lucha; y se detienen cansados sobre el terrazo amarillento, junto al pequeño sillón azul.

Si tiene suerte y los vecinos de abajo encienden la calefacción durante algunas horas, el suelo se templará y será como vivir en primavera. El calor del infiernillo que él conecta cada tarde parecerá una hoguera chispeante y podrá reclinar la cabeza en el respaldo, acurrucado en una manta de viaje, para adormecerse soñando como un niño cansado de jugar.

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domingo, 24 de octubre de 2010

Segunda estrella a la derecha

Frederic Edwin Church

Donde la luz se parte en dos para construir un atardecer que se transforma en un instante milagroso, apenas retenido en mi memoria; donde los días y los sueños aún pueden ser reales; donde la voz de los deseos no envejece, ahí habita mi esperanza.

En el lugar en que los hombres somos capaces de cambiar el curso de la inercia; en el rincón inaccesible de nuestra propia fe; en la celda privada en la que nos sentimos capaces de lograr nuestros anhelos, ahí cosecho mis deseos y busco la forma de construir el camino hacia ellos.

Somos grandes como gigantes y pequeños como niños, somos el resultado de nuestras utopías, la concreción de nuestros impulsos pero, en ocasiones, olvidamos el camino que nos llevaba cada noche a la Isla de Nunca Jamás y, entonces, nuestros sueños se hacen viejos de repente y comenzamos a morir.
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domingo, 10 de octubre de 2010

Islas

Imagen tomada de www.metromadrid.es


Como islas, navegamos cada mañana la luz sonámbula del metro, nos escondemos en los rincones del vagón, sin mirarnos, sin tocarnos, aislados por la música que destilan nuestros pequeños auriculares, o adheridos a las líneas impresas de gruesos volúmenes efímeros. Algunos, los que se sienten más huérfanos, mantienen conversaciones telefónicas inverosímiles que entremezclan risas y lamentaciones en una rutina sincopada de silencios y palabras incoherentes. Otros, los menos, hacen un inventario inimaginable de zapatos gastados o parecen querer taladrar la gomosa superficie del suelo con sus penetrantes miradas humilladas.

Como islas, tememos la palabra de los otros, la recibimos con un sobresalto de miedo o de vergüenza, escondidos tras los periódicos gratuitos e impersonales que alfombran la soledad cálida y humana del suburbano.

A veces alguien se levanta y cede un asiento, alguien sonríe, alguien es amable y protector con otro pasajero y los demás le miran, con una mezcla extraña de insensibilidad y sorpresa. A veces, un niño humaniza con su conversación el vacío electrizado entre los asientos y se despiertan ternuras inesperadas bajo los rostros pétreos y deformes del cansancio. Después, se diluye la magia de nuevo, se cierran las compuertas de los rostros y retorna el aislamiento.

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jueves, 7 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa, nuevo Premio Nobel de Literatura


Mario Vargas Llosa ha sido elegido Premio Nóbel de Literatura 2010. Nuestra lengua vuelve a estar de enhorabuena, quizá, porque es el mejor vehículo para hacer volar la imaginación y las palabras sobre la fantasía de los lectores de todo el Mundo.

jueves, 30 de septiembre de 2010

De puntillas

Caillebotte

De puntillas, como un noctámbulo arrepentido, va viniendo el otoño.

Cada mañana llega más perezosa que la anterior, alargando la noche holgazana sobre las sábanas calientes.

Un viento fresco pinta de rumores las hojas maceradas de nostalgias. Los jerséis de lana abrazan el cuerpo destemplado y salen de los armarios los caparazones cóncavos de los paraguas para dar voz a la sinfonía rítmica de la lluvia sobre nuestras cabezas.

Descansa la mente, los ojos se llenan de cansancio, los recuerdos infantiles se asoman al fondo del horizonte, como una promesa.

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domingo, 12 de septiembre de 2010

Él (Reflexiones del Minotauro II)

Van Gogh

Él va narrándome un tiempo que rozaba los primeros filos del siglo XX. Extiende sus anchas manos de hombre endurecido por la vida y desgrana cosas que quedaron pendientes, en el pasado, como gotas de lluvia sobre un cristal. Entonces no había tiempo que perder. La tierra sudaba frutos sabrosos que se podían comer directamente de la mata: los pimientos rojos, gruesos y dulces, los tomates jugosos y aromáticos.

También los establos daban pan. Las bestias que había que alimentar y que olían, fuertes y poderosas, en todo su esplendor mundano. Los huevos que se dejaban a la gallina para empollar eran la riqueza de mañana, los otros calmaban el hambre inmediata con el sabor frondoso de la yema bien untada en el pan ancho y denso de las hogazas horneadas al calor de la leña.

No había tiempo para pensar, las estaciones se sucedían llenas de tareas, la vida continuaba con su exigencia profunda y cíclica, sin detenerse, ni por la guerra ni por las lluvias o las sequías, ni por los nacimientos o las muertes. El dolor daba frutos, el pensamiento se limitaba a las líneas más lejanas del horizonte.

Los olivos lloraban aceitunas, las varas azotaban las ramas y robaban la sangre verde del árbol retorcido y firmemente decidido a la vida, agarrado a la tierra seca, con las raíces engarfiadas y rotundas.

Los aceituneros cantaban, las espaldas doloridas de las mujeres al caer el sol, dejaban en los cuerpos el cansancio saludable del trabajo bien hecho.

Con suerte y con mucho esfuerzo, se podía comprar una bicicleta a plazos, con la que desplazarse de un lugar a otro, sin usar las mulas y sin gastar las alpargatas.

Él sentía una alegría al amanecer de cada jornada que llenaba los músculos de vida con un poco de pan y un cuartillo de vino que alimentase el cuerpo y llenase de fuerzas las manos sabias y sarmentosas. Se trabajaban los campos y los cuerpos se daban al placer con la misma austeridad natural y rutinaria con la que se daban al trabajo. Los hijos llegaban y crecían, o enfermaban y morían prematuramente, sin que pudiesen luchar contra el destino que secaba las lágrimas en los párpados y no había resignación, porque para haberla tenido tendrían que haber sentido primero el deseo de rebelarse o la idea, casi inimaginable, de tener derecho a algo mejor. Sencillamente se trataba de la vida, que rueda, casi sola, movida por el viento sutil de las escasas decisiones.

No había tiempo para sentirse infeliz o fracasado. Ni para buscar nuevos horizontes. Nadie imaginaba que existiesen otros mundos más allá de los sólidos cercados que delimitaban los campos, las granjas, las viviendas.

Los más afortunados, acudían durante algunas semanas a la escuela, y aprendían las letras y los números. Pero muchos recorrían su larga existencia sin poder descifrar los extraños símbolos que llenaban los impresos oficiales, y aceptaban humildemente sus destinos con una cruz temblorosa, trazada torpemente al pie de algún papel.

No había tiempo que perder, ni horas que desgranar, vacías, ante aparatos que enjugasen el ocio. La tierra olía a sudor, acre e inmisericorde, pero siempre era la misma. El cielo vomitaba lluvias y granizos que se medían en disgustos de dios y se curaban con procesiones y rezos incomprensibles, desgastados e tanta repetición sin sentido.

Los hombres, apretando los dientes, soportaban en silencio el dolor, mientras las mujeres se deshacían en llantos y en salmodias lentas y cadenciosas. Pero no había tiempo que perder, porque las obligaciones ocupaban el espacio del dolor..

Las mujeres se rompen las manos heladas contra el agua del río, el sol devora las manchas que el jabón y la constancia no pueden arrancar. La casa huele a hombres y a animales, a noches largas de invierno y a pesadas horas de estío bajo las persianas de junco. El dolor es un rumiar de fondo que queda a la espera de su momento porque los hijos van llegando, las tareas del campo y de la casa se llevan las fuerzas y los padres que envejecen esperan la mano atenta de la hija que recoge los aperos de la vida.

No había tiempo que perder, porque las obligaciones se encadenaban con las estaciones: la cosecha, la matanza, la vida, la muerte. Nada podía detener el ciclo de las cosas. El resto de la vida quedaba al margen de la realidad, en el lugar difuso ocupado por los “señores”, por “los ricos” que perdían el tiempo leyendo y no tenían cayos en las manos, siempre blancas y limpias. El médico, el cura, el notario, pertenecían también a esa otra realidad tan ajena y tan lejana que no parecía real.

Los hombres de verdad se empapaban las manos con orina para evitar las grietas y bebían sin parpadear el licor que se les ponía delante, no esperaban, tomaban lo que les correspondía No conocían de derechos, ni de libros, ni de libertades, todo eso había quedado atrás, con la guerra y los hombres prudentes bajaban la cabeza y callaban cuando se insinuaba algo, simplemente decían no saber, no entender de “esas cosas” de los libros y de las palabras. La vida era demasiado dura para perderla entre líneas. Había que hacer tantas cosas que no había tiempo que perder.

Como el mar, el tiempo va llenándose los años, uno tras otro, doblegados por los vientos, por las escasas lluvias, por el frío, por el pedrisco. Las manos se hundían en la tierra, gruesas y poderosas, y arrancaban un terrón analizar su mal. También sabían, mirando al cielo, dónde se encontraba el sur y dónde el norte. Cuándo nacerías las crías y cómo sería el clima al día siguiente. Para las demás cosas del “cielo” se quitaban la boina y agachaban la cabeza porque nunca tuvieron tiempo para poner en duda las cosas que les habían obligado a creer. Nadie podía alimentar a su familia en su lugar, ni labrarían los campos como lo hacían ellos mismos, con la dedicación de los trabajos bien hechos.

No había grandes fiestas, no se disfrutaba de comodidades. Una sola bombilla en las casas más acomodadas y un teléfono en cada comarca para los casos de urgencia. Aunque casi siempre era más fácil ir en bicicleta o en burro a buscar al médico o a la guardia civil antes que esperar a que el aparato lograse comunicar con su destino.

El futuro no existía, era un concepto demasiado alejado de la realidad, una idea remota que chocaba con el devenir cotidiano. Las realidades se medían con la calma de las sucesiones naturales: pocas se escapaban del yugo de la vida: el sol sale por el este y se pone por el oeste, los días se suceden gota a gota y es mejor que no haya sobresaltos, tampoco grandes alegrías, así el dolor será menor y la vida fluirá sin esfuerzo hacia el horizonte.

Allí, entonces, no había fines de semana en los que descansar de las madrugadas heladas de trabajo, ni días de vacaciones el la playa. No había cenas con las que celebrar los aniversarios, ni centros comerciales en los que sentirse infeliz por el escaso dinero. Sólo existía la rutina del sol y las estaciones, la exigencia de la tierra y la pulsión de los instintos más naturales: el deseo, el hambre, la sed, el sueño. Todo lo demás se escapaba de la realidad como se escapa un globo lleno de helio de las manos de un niño. La vida sólo se podía pautar por las cosas tangibles, por las horas de sol y de oscuridad, de lluvia y de sequía, de riego y de esfuerzo. La vida se movía por realidades apegadas a la tierra: el peso, el olor, la medida de las cosechas, de las moliendas, de los surcos de la piel sobre el rostro, de lo perdido, de lo ganado…

Él nació en los límites de 1914.

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viernes, 3 de septiembre de 2010

En los bolsillos

Andrew Wyeth

Buscó meticulosamente en los bolsillos de la emoción, pero allí tampoco encontró su alegría.

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lunes, 30 de agosto de 2010

La mirada de Ana

Katsushika Hokusai

Una ola enorme se desmayó sobre el malecón llevándose para siempre la mirada de Ana.

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jueves, 26 de agosto de 2010

Rumor

Oscar Bluemner


Escuchó atentamente el rumor al otro lado de la pared: ¡La guerra había terminado!

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viernes, 20 de agosto de 2010

Temblor

Edward Hopper

Se abrió repentinamente la puerta y se rompió un grito como el cristal. Después el silencio devoró el miedo y dejó la luz de la casa apagada para siempre.


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viernes, 6 de agosto de 2010

Reflexiones del Minotauro

Paloma Ulloa ©

Durante todo el año vivo sedienta de bosques, del verdor rumoroso que bulle a la altura del suelo rico en humus y leyendas; hambrienta de otoños tocados por la varita mágica de septentrión, que prepara la tierra para acunarla generosamente en el invierno.

Durante todo el año, el desierto terroso de los campos de Castilla me enceguece, me llena de pesadillas quijotescas y de sombras, de borrascosos conflictos infernales que se deshacen, como nudos tramposos, al llegar el verano jugoso del norte, al que me vuelvo, como siempre, en busca de paz interior y de sosiego.

Si pudiese atrapar el tiempo en una jaula dorada, abanicarlo despacio y hacerlo sólo mío, tendría la verdura bañada por el sol de estas hojas delirantes que se remueven en tonos delicados, de la base hasta la copa, desde la que pueden ver, sin duda, las alas de los ángeles.

Y cuando llegue la nieve, como un manto maternal, a dormir la tierra bajo la balsámica blancura de su voz, yo desearé estar aquí con toda mi alma y, sin embargo, estaré donde la tierra abrasada de sol tirita de frío, desprotegida y pobre; donde los sueños son más grandes que los hombres y los delirios del poder sólo llevan a romper las costuras perfectas de un país lleno de secretos de Minotauro que nos empeñamos en malograr y en devorar como fenicios sedientos de abalorios. No aunaremos las riquezas de nuestras lenguas, ni nos sentiremos orgullosos de la belleza de nuestros paisajes. No escucharemos el poder inmenso de nuestra fuerza interior y, guiados por una tripulación de piratas que no sabe cuidar nuestro legado, soportaremos un invierno más bajo las devastadoras ventiscas de una política mediocre y delirante que no tiene recursos para enderezar el rumbo y poner a salvo nuestras naves en un puerto seguro que nos permita construir nuestro propio futuro.

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lunes, 2 de agosto de 2010

Un recorrido por Photoespaña 2010, de mi mano, para esMadridtv.

Me propusieron hacer un recorrido por varias exposiciones de Photoespaña 2010 para esMadridtv. Os invito a que lo veáis pinchando sobre la imagen:




sábado, 24 de julio de 2010

Alemania: el orgullo de ser

A menudo, cuando llego a Alemania, me sorprenden varias cosas: Una de ellas es que existe un espíritu unido bajo el que el pueblo, dolorido aún por una reunificación que les ha obligado a un sinfín de sacrificios, se siente (en general) orgulloso de ser lo que es, un país poderoso y trabajador que encuentra su mayor fortaleza en su esfuerzo. También me conmueve la clarividencia de quienes dirigen la reconstrucción de Berlín, con mano dura, (aún a costa de la sangría de impuestos y costos inimaginables) porque el objetivo es presentarse ante el Mundo a través de una capital hermosa, multicultural, dinámica y moderna, a la que han sabido invitar a los creadores de todos los rincones para enriquecerse con ellos.

Ahora, embarcados en la "penúltima" utopía, han iniciado la titánica reconstrucción del viejo palacio real que quedó definitivamente destruido por las excavadoras de la RDA en 1950. Y las personas que informan sobre el proyecto, cuyo premio ha sido adjudicado al arquitecto italiano Franco Stella, destilan una alegría llena de orgullo ante la sorpresa admirada de los que observamos las maquetas y escuchamos cómo podemos "comprar" partes del futuro edificio con nuestra contribución económica. A disposición de todo el que lo desee, han puesto un catálogo en el que aparece meticulosamente detallado el costo de cada ménsula, de cada pedazo de balaustrada, de cada tímpano y de cada capitel, y así, con los ojos chispeantes de convencimiento y con la misma tozudez con la que soportaron con los dientes apretados la separación, el dolor y la vergüenza, ahora recaudan (como ya hicieron en su día para salvar la Berliner Dom) el dinero necesario para que el viejo Palacio de la República, levantado por la República Democrática Alemana, pase definitivamente al olvido.

Tal vez, lo más impresionante (e inquietante) sea que, cualquier proyecto, por inabarcable que pueda parecer, cuando lo firma el pueblo alemán tiene visos de convertirse en una realidad tangible porque están dispuestos al sacrificio si creen que el resultado final merece la pena.

http://www.berliner-schloss.de/

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miércoles, 7 de julio de 2010

PhotoEspaña presenta a Helen Levitt

Helen Levitt ©

En su edición 2010, PhotoEspaña presenta una retrospectiva de la fotógrafa norteamericana Helen Levitt, todo un “delicatessen” para los sentidos… y para la imaginación.

Heredera del arte de “narrar” de paisajistas urbanos como Edward Hopper, Levitt capta la vida interna de las personas y su entorno, y transporta al observador a un mundo paralelo y lleno de posibilidades en el que especular sobre su origen y su destino.

También los formatos de las copias juegan a introducirnos en la narración de manera que, en ocasiones, parece que nos asomamos a una ventana de cualquier calle de Nueva York; mientras que otras veces nos encontramos ante minúsculos escenarios que obligan al espectador a acercase mucho a la obra, como si fuesen a ser los depositarios de un secreto, de un regalo privado que, como en la literatura, conecta al autor directamente con el “lector de imágenes”.

Helen Levitt ©

Intuitiva en su reflexión, Helen Levitt toca temas impactantes sin hacernos sufrir el dramatismo exacerbado al que estamos acostumbrados en el reportaje y así, el niño negro que juega con una pistola, tiene una mirada inocente, limpia, que se pierde por uno de los márgenes de la fotografía y le lleva, tal vez, a los confines de un mundo de narraciones radiofónicas, habitado por valientes cowboys y caballos desbocados; el hombre que mira a través de unos prismáticos espía a alguien que está fuera de nuestro alcance; y los niños que duermen o se acurrucan arrullados por el metro, reciben la caricia detenida en la cabeza del bebé, en la mirada inmensamente concentrada de la madre, en la comprensión pacífica y cómplice del espectador emocionado…


Helen Levitt ©


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domingo, 4 de julio de 2010

UN MADRID CALCINADO

Foto tomada de "hoymujer.com"

Hoy el calor ha calcinado Madrid, derretida en el silencio del domingo, opresivo y enceguecedor. El bochorno ha devorado las primeras horas de la tarde y ha secuestrado a la gente en el interior de sus madrigueras protegidas por toldos, aires acondicionados y piscinas.

La ciudad parece un escenario abandonado desde la cápsula refrigerada del autobús con el que me deslizo a través del pasaje sonámbulo, salpicado de fuentes solitarias que calman la mirada sedienta de los pasajeros. En los parques, las cigarras rugen enfurecidas marchas estivales que recuerdan a otros tiempos, los de la niñez ancha, en la que no existía la prisa y los días se hacían largos y las noches misteriosas.

Con la llegada del crepúsculo muchos retornarán a sus vidas y saldrán de sus hormigueros para llenar las terrazas, deshidratados de conversaciones y de rostros amigables que les devuelvan el sentido de la realidad; mientras que otros, tal vez la mayoría, abrirán las ventanas manchadas por los resplandores vibrantes de televisiones demasiado ruidosas, que verterán sus programaciones estridentes en el territorio común de las calles, provocando en quienes pasean la ilusión de encontrarse en una sala de estar gigantesca.

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jueves, 1 de julio de 2010

El Rey del Mar en Sapos y Princesas


Una vez más, el Rey del Mar se asoma a las páginas de la prensa para refrescar el verano con sus adivinanzas. En esta ocasión es la revista "Sapos y Princesas" la que se lo presenta al público infantil.

lunes, 21 de junio de 2010

A veces… mi vieja máquina canta…

Paloma Ulloa

A veces, sobre el silencio polvoriento de mi vieja máquina de escribir, reposa una historia. Entonces las letras de plomo tabletean cadenciosamente sobre el papel blanco, aprisionado contra el rodillo impasible, y la locura de mis dedos se desata haciendo sonar la campanilla que me anuncia que llega el final de la línea. Y es mi mano izquierda, inquieta, la que lleva la partitura ciega hacia el siguiente renglón sediento de palabras.

A veces, cuando el alma mecánica de mi vieja máquina canta, los personajes bailan un foxtrot lleno de nostalgias y se dejan mecer, como fantasmas soñadores, preñando de magia las páginas torturadas.

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viernes, 18 de junio de 2010

Adiós Saramago

Imagen tomada de http://www.josesaramago.org

En un mundo tan raquítico de pensadores como éste, perder a uno de ellos es siempre una tragedia.

Se ha ido para siempre José Saramago, un escritor que construyó sus mundos de ideas en una de las lenguas más bellas del planeta. Un hombre que, pequeño y calmo en su discurso, poseía una energía interior capaz de emocionar al auditorio y de poner en marcha la lenta maquinaria de la reflexión.

¡Cuánto se echará de menos este saber estar en una sociedad acostumbrada a que la razón se intente imponer alzando la voz!

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jueves, 17 de junio de 2010

REFLEXIÓN


Ha salido, en el número de julio de la revista AR, una reflexión muy veraniega, firmada por mí.

viernes, 4 de junio de 2010

En piedra se convertirá

Se encontraban cada mañana en la parada del autobús, con la sincronía repetitiva de los engranajes de un viejo reloj. Ella llevaba sus vestidos pasados de moda, con cuellos de encaje y él se entretenía en repasar con curiosidad la mirada fija al frente; las rodillas firmemente unidas; las manos extendidas sobre la falda y el maquillaje discreto, meticulosamente distribuido por el rostro.

Muchas veces había estado tentado de hablarle, sólo por saber cómo sonaba su voz. Pero cuando se acercaba, le parecía sentir un rechazo neutro que le obligaba a retroceder en silencio. Entonces comenzó a criticarse a sí mismo: tal vez los anchos pantalones tejanos o la chaqueta de cuero fueran demasiado agresivos para ella. Quizá sería mejor cortarse el cabello y, por supuesto, había llegado el momento de retirar ese pendiente tan incómodo que adornaba su labio inferior, porque estaba seguro de que ella también había reparado en él, aunque nunca le mirara.

Algunas mañanas, mientras viajaba en las apreturas humanas después de haberla dejado, como siempre, tranquila y silenciosa, esperando su autobús, se entretenía imaginando cómo sería su vida, dónde trabajaría, si le gustaría el cine o la literatura. Supuso que no estaba casada ni tenía novio, y la imaginó viviendo sola, siguiendo siempre las mismas rutinas: el café de la mañana, demasiado madrugador, la radio de fondo, componiendo escenarios ajenos, el frío del dormitorio, sobrio y concreto.

Un día decidió levantarse más temprano para llegar antes que ella: la luz del día todavía no había comenzado a manchar las ventanas opacas de visillos, pero él se sentía eufórico, se duchó y corrió por la casa para salir el primero. No esperó al ascensor, escuchó con felicidad el tamborileo de sus pies golpeando los escalones y creciendo en el vacío de la escalera. Pero cuando llegó a la marquesina, ella ya estaba allí. Le pareció que tenía la respiración algo más agitada de lo normal, y le divirtió que hubiese adivinado sus intenciones y hubiese entrado en el juego. Se paró ante ella, sonriente, esperando un guiño, una señal. Le pareció entonces que giraba ligeramente la cabeza hacia él, pero sin retirar la mirada del frente, y aquella pequeña variación fue inesperadamente maravillosa. Rebosante de alegría se sentó a su lado, dejando el espacio suficiente como para que otra persona pudiese acomodarse entre ambos, y respiró profundamente intentando registrar el aroma sutil de su piel.

Animado por esta pequeña aventura, no cejó en el intento de llegar antes que ella y, muchos días - no todos, para no provocar una rutina indeseable- procuraba llegar el primero, mientas que otros volvía sobre sus pasos, veinte minutos después de haber tomado el autobús, sólo por el afán de descubrir si aún seguía esperando. Pero lo cierto es que siempre encontraba el asiento vacío y, aunque pueda parecer extraño, su ausencia le consolaba.

En torno a la figura de su desconocida, fue tejiendo todo un ritual de horarios y costumbres que le ocupaban la vida. Elegía meticulosamente la lectura que llevaría entre las manos, cambió su vestuario y hasta eligió un perfume que pudiese describir su personalidad sin necesidad de que cruzasen una sola palabra.

Una mañana, cuando alcanzó la parada de autobús, ella todavía no había llegado y sintió un cosquilleo nervioso subiéndole desde el estómago. No quiso esperarla bajo la marquesina, para evitar que descubriese su curiosidad emocionada, y cruzó a la acera de enfrente para pasear de un lado a otro como un enamorado impaciente. Cada pocos minutos se asomaba a la perezosa esfera de su reloj de muñeca o consultaba la pantalla parpadeante del teléfono móvil, para volver a levantar la mirada buscándola angustiado.

Comenzó entonces a imaginar los motivos de su ausencia y, lo primero que pensó fue que, tal vez, se hubiese tomado unos días de vacaciones, pero poco a poco, un ansia desatada se fue apoderando de su garganta y le vinieron a la mente motivos dramáticos y hasta truculentos, por los que habría faltado a su cita diaria.

El flujo de vehículos se hizo más denso: se multiplicaron los camiones de refrescos, los autobuses, los coches y hasta las bicicletas y, al poco tiempo, paró delante de él una furgoneta cubierta con la publicidad de una marca de seguros de vida, que retrataba a una familia feliz jugando en un parque, bajo la leyenda: “El que no mire fijamente al futuro, en piedra se convertirá”.

Un escalofrío recorrió su espalda mientras veía cómo dos operarios se apeaban del vehículo, abrían los portones traseros y comenzaban a descargar algo, en apariencia, muy delicado. Lo primero que pudo vislumbrar fueron los adorados pies, la falda algo pasada de moda, los encajes y, finalmente, los grandes ojos azules mirándole asustados. Después, durante unos segundos, no pudo ver nada más.

Cuando los trabajadores volvieron a subir al camión y arrancaron, la vio de nuevo, sentada sobre el banco metálico, con la misma actitud ausente y, por primera vez, se fijó en el anuncio que adornaba la pared derecha de la marquesina, el mismo que cubría la furgoneta, con la leyenda: “El que no mire fijamente al futuro, en piedra se convertirá”.

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domingo, 30 de mayo de 2010

Feria del Libro de Madrid 2010


Cada año, con el comienzo de la primavera, con la promesa del verano y la belleza exuberante del Parque del Retiro tomado por más de tres centenares de casetas de madera blanca, comienza el tránsito delicioso hacia las vacaciones y hacia las lecturas más deseadas.

Y yo, una vez más, tengo que dar las gracias a todos los que me habéis acompañado de nuevo en esta edición de la Feria del Libro: Siempre es maravilloso tener contacto directo con los lectores que ya te conocen y con los que se acercan a tí por primera vez, para descubrirte.

También quiero agradecer, muy especialmente, a las chicas de Kirikú y la Bruja, su estupenda acogida y amabilidad.

viernes, 14 de mayo de 2010

¡Un año más!


Un año más, estaré firmando en la Feria del Libro de Madrid, esta vez, en la caseta de Kirikú y la Bruja.

Me encantaría encontrarme allí con todos vosotros...

lunes, 10 de mayo de 2010

La mala costumbre de escribir

ALL photography©

Escribir no es sólo contar historias, aunque pueda ser el principal objetivo; pero también es una forma de reflexionar sobre nosotros mismos y sobre el pedazo de historia que nos ha tocado vivir. Por eso pienso que, tal vez, estos tiempos de crisis y de miedo a la pérdida del bienestar, pueden ser un buen caldo de cultivo para los que necesitamos derramarnos en palabras sobre el fondo parpadeante de una pantalla, o sobre la blancura prometedora del papel porque, esa mala costumbre de escribir y de pensar, es muy difícil de reprimir cuando el mundo se retuerce en contracciones de cambio.

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lunes, 5 de abril de 2010

La Gran Vía de Madrid cumple su primer siglo de vida

Antonio López ©

La Gran Vía de Madrid acaba de cumplir su primer siglo de vida y, para unirme a esa celebración, reproduzco aquí las primeras líneas del capítulo dedicado al distrito Centro, de "Madrid, Cuaderno de Viaje ®":

"Entrar en Madrid es, muchas veces, adentrarse en la Gran Vía que, ancha y pretenciosa, se sueña Broadway en las noches embestidas por las luces de los teatros preñados de comedias musicales. Los cines quieren competir en esplendor y los días de estreno lanzan sobre las aceras sus alfombras rojas, para deleite de curiosos y turistas. A la luz del día, la línea orgullosa de sus edificios se dibuja quebrada y firme, lustrosa de fachadas. Ella fue el escaparate de la alta sociedad madrileña y hoy, en ocasiones humilde, siempre mestiza, se encarama a su historia derramándose en las calles que se desperezan a ambos lados, como afluentes de un río caudaloso."

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viernes, 2 de abril de 2010

Madrid, Cuaderno de Viaje® en "Cinco Días"

Alejandro de Humbolt

Cinco Días ha publicado hoy un especial sobre Cuadernos de Viaje® y, entre los recuerdos de los primeros viajeros y de las nuevas vías de comunicación de los aventureros contemporáneos, se encuentra una alusión a "Madrid", Cuadernos de Viaje®.

Ha sido un placer volver a soñar con aquellos territorios inexplorados del siglo XVIII, con los cronistas gráficos del XIX y, por supuesto, con las nuevas voces que navegan en la Red haciéndonos llegar el mismo espírtu inspirado y la misma nostalgia.

sábado, 13 de marzo de 2010

Miguel Delibes NO ha muerto

Diario de León ©
Dicen que Miguel Delibes ha muerto, pero no es verdad: ha muerto el Miguel padre y suegro, el abuelo Miguel, el amigo Miguel, el hombre; pero Miguel Delibes, de puntillas sobre su impresionante obra, por fortuna, no morirá jamás.

domingo, 7 de marzo de 2010

Vera Mercer: El arte de la fotografía

A través de dos lenguajes absolutamente diferentes: la fotografía de reportaje y el bodegón, he descubierto en Berlín a Vera Mercer.

Animada por una energía dinámica de miradas entrecruzadas y de instantes robados al olvido, comienza la primera parte de esta muestra que se nutre de imágenes en blanco y negro: momentos únicos que van cayendo ante el visitante como gotas tintineantes sobre una copa de cristal.

© Vera Mercer


Pero cuando la fotógrafa se refugia en el estudio y recupera el tiempo de la creación; cuando se confiesa en el gusto por la pintura clásica, rica de luz y de texturas, sin escamotear ni un sólo minuto al laborioso y metódico trabajo de la composición, roza la genialidad; las copias se amplían hasta el tamaño magnífico de las obras que reposan sobre las amadas paredes de las pinacotecas y la "sabiduría analógica" crece de puntillas sobre la tecnología digital para perfeccionarse (si es posible) hasta lograr una belleza de matices, de reflejos sobre el cristal, de suaves destellos en una gota de agua, de hermosas plumas doblegadas por la muerte, de escurridizas pieles abisales y de tonalidades, claroscuros y rugosidades, que son toda una experiencia visual y hasta táctil.

© Vera Mercer

Kommunale Galerie Berlin
Kulturamt Charlottenburg-Wilmersdorf
Hohenzollerdam 176
10713 Berlin
http://www.kommunalegalerie-berlin.de/


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