En un mundo tan raquítico de pensadores como éste, perder a uno de ellos es siempre una tragedia.
Se ha ido para siempre José Saramago, un escritor que construyó sus mundos de ideas en una de las lenguas más bellas del planeta. Un hombre que, pequeño y calmo en su discurso, poseía una energía interior capaz de emocionar al auditorio y de poner en marcha la lenta maquinaria de la reflexión.
¡Cuánto se echará de menos este saber estar en una sociedad acostumbrada a que la razón se intente imponer alzando la voz!
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