Imagen tomada de El País
Madrid se ha convertido en una acumulación de soledades. Almas vacías que se sientan frente a frente y no se miran, no hablan, no se conocen ni se reconocen. Las pantallas iluminan los rostros inexpresivos, embrutecidos, cenicientos. La ciudad apila vidas en cordilleras verticales. En guetos amurallados con piscina. En burbujas móviles sobre ruedas. Lo que ocurre fuera no es real.
Los otros son fantasmas. Criaturas de humo que a veces nos tocan y se disuelven en olvido. Ruido de fondo. Nada.
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