Manos
Siempre me gustaron las manos venosas de mi madre, tan vividas, tan protectoras y, sin embargo, tan reacias a la caricia como palomas huidizas. Y ahora las encuentro en mí, replicadas en mis gestos y en mis irregulariades, aunque sutilmente transformadas por la rotundidad de otras manos que asoman por debajo de mi piel, más anchas, más masculinas, hijas directas de mi padre que hoy, justo hoy, hace ya demasiado tiempo que se marchó, dejándome huérfana de conversaciones y de recuerdos que nadie cosechará en su nombre.
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