Chema Madoz
Vivimos entre sombras, las sombras que proyectan las escasas palabras, alargada y flexibles, que usamos para todo. Porque las otras, más hermosas y abiertas, se nos están marchitando, como flores en invierno, por falta de aliento.
A veces, cuando escucho, envidiosa, mi propia lengua, rica y nutritiva, hablada al otro lado del océano, se me llenan de pasiones las papilas gustativas del cerebro, y me invade las nostalgia.
Hoy he agitado un “cazapalabras”, mientras escuchaba hablar a un amigo argentino, y se me han quedado todas estas dentro: “prolijo, galpón, desdicha, tremolar, quilombo, porteño”, sólo en un rato de dichosa “plática”.
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