Mi madre se quedó huérfana cuando tenía nueve meses. Tras la Guerra Civil depuraron a su padre, trabajador de los ferrocarriles, y estuvo preso durante varios años. Sufrió la separación de la familia, la soledad, las miserias del egoísmo del hambre de tíos y parientes. Aprendió el afán de la protección a los niños desde el dolor de su propio abandono, y es una madre imperfecta, como lo somos todas, que supo reconstruir su ternura con los jirones que le quedaron de su propia infancia.
Hoy, a sus noventa y un años, sigue siendo un ejemplo de fortaleza y de resiliencia.
¡Felicidades, Madre!
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