Miedo. Se desata una angustia infinita ante el abismo de una posible guerra. Europa no se sabe defender. Las viejas alianzas parecen desgastadas.
La gran bestia rusa extiende su sombra sobre Polonia, sobre Afganistán, sobre Nicaragua y Venezuela.
Los hijos de los otros no merecen nuestra piedad. Las pieles oscuras, los ojos rasgados, los idiomas ininteligibles son los signos que definen al enemigo a batir, a aislar, a destruir.
El entretenimiento favorito del sábado es comprar. Comprar ropa que ya no entra en el armario. Comprar teléfonos, consolas, tabletas, bolsos, coches, juguetes que nadie necesita. Comer una hamburguesa. Beber hasta perder el sentido. Enjugar nuestro vacío sobre la sobrecogedora vacuidad del domingo. Dormitar una siesta densa. Aburrirnos de nuestro propio aburrimiento. Del miedo a mirarnos fijamente, a quedarnos solos, a recomenzar la semana con una pereza resacosa y estéril.
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