viernes, 20 de abril de 2018
Madrid en primavera
Madrid se adentra en la primavera como una niña en día de fiesta. Ruidosas conversaciones vuelan, arrastradas por la brisa, desde la miríada de terrazas que han ido tomando las aceras. La cerveza atempera el sofoco de las malas noticia y la urgencia; y una corriente eléctrica barre las calles tomadas por multitudes insectiles que entonan todos los idiomas, todas las culturas, todos los credos.
Madrid se estira, se dilata en estos días que dejan atrás la lentitud de la lluvia y del cansancio. Abre puertas y balcones como pupilas hambrientas, se ventila bañada por el sol de las horas prolongadas de la tarde, se acuna en un letargo fascinante de ficciones. Aquí confluyen las miradas de Galdós y Valle, los paseos de Muñoz Molina, los relatos de Matute, los cafés hambrientos de Cela. Aquí se encuentran todos los ríos de la vida que navegan sin destino, sin identidad, sin prejuicios: los propios, los ajenos, los ricos, los desheredados, los buscadores de tesoros y los que creen salvar la patria, los inventores de noticias, los rebeldes sin destino, los cazadores de mariposas, los duros, los blandos, los humanos.
Abierta en canal, Madrid lo acepta todo, lo deglute todo, lo transforma todo y te espera, también a ti, para que completes el diseño incomprensible de este panel de abeja en el que hemos quedado todos atrapados.
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