©ALL Fotografía
Amaneció la mañana cristalizada en charcos de cava y vomitonas de deseos coagulados. Las sirenas desenterraron el sueño y el cielo acerado se clavó en las pupilas heridas de alcohol. Sólo habían transcurrido unas horas más, un día más, sin otra gloria que la de ocupar el último renglón del calendario desde el que se precipita el vacío que devora sin piedad los propósitos oxidados de la gente.
Perteneciente a la colección "Pequeñeces"
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