Hoy los intolerantes han querido cerrar la boca a los críticos,
han querido dar un golpe de fuerza contra quienes hacen del humor su bandera, han
querido arrodillar, no a un pueblo o a una nación, sino a toda una civilización
que, durante siglos, ha logrado superar su propia intolerancia para
construir una sociedad, seguramente imperfecta, pero plural y libre, capaz de
reírse de sus propias miserias.
No olvidemos jamás que el humor es la única cualidad que nos
diferencia de las bestias y por eso tengo fe en que, en breve, serán otros los que tomen el
testigo de los periodistas y dibujantes que hoy han muerto en nombre de la
intolerancia para dar una nueva vida a la revista Charlie Hebdo, de manera que
esta matanza deje bien al descubierto su inutilidad salvaje.
Hoy, todos somos Charlie.
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