© Alvin Langdon Coburn
He navegado la exposición de Alvin Langdon
Coburn con la sorpresa cosida a las pupilas, paladeando escenarios pictóricos
que crecían sobre el fondo de un cuarto oscuro. He leído con detenimiento la
magnífica información que los acompañaba y he descubierto, conmovida, que casi
todas las piezas son originales de época y que pertenecen a grandes museos y a
colecciones privadas en las que viven una juventud infantil colmada de
atenciones y de reverencias por su valor artístico e histórico indiscutible.
Me he perdido en las brumas de algunos
paisajes ensoñadores y he valorado las composiciones geométricas de las
extensiones urbanas, con las que el autor jugaba deliberadamente, retándose y
retando al espectador sorprendido por la nueva tecnología que paulatinamente
lograba arrogarse el título de arte.
Finalmente, he comprendido la experimentación
vanguardista que asaeta con luz los prismas ofrecidos a la cámara y en los que
exploró las nuevas tendencias que arreciaban en la pintura y en las
conversaciones bohemias de café.
Sinceramente, para aquellos enamorados
de la fotografías, de la buena fotografía, pionera y hasta cierto punto
ingenua; para quienes comprenden el trabajo de compositor, de pintor y de
laborista de Coburn; para los que no solamente desenfundan una cámara digital o
un teléfono móvil para intentar recrear un mundo inexistente, sino que
comprenden la borrachera de los químicos que emanan del laboratorio y oprimen
los pulmones y liberan la mente, ésta es una exposición imprescindible.
Exposición de la FUNDACIÓN MAPFRE
C/ Bárbara de Braganza, 13
28004 Madrid
Del 13 de diciembre de 2014
al 8 de febrero de 2015
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