Se
termina la campaña electoral europea y aún no me he decidido. La mayoría de mis
amigos y conocidos apenas hablan sobre ella y cuando lo hacen, se encogen de
hombros y hacen un gesto entre la indiferencia y el asco que no sé muy bien
cómo interpretar.
Me
siento confusa como cuando tengo que elegir entre varias cosas que no
me gustan para no dejar mal a algún invitado.
Entonces intento decantarme por el mal menor, pero, ante las elecciones europeas,
entre todas las nuevas formaciones, la plúmbea esgrima PSOE y PP, las meteduras
de pata de los candidatos parcheadas con silencios y tibias solicitudes de
disculpas, entre los canales de derechas y los de izquierdas, los periódicos
progresistas y los conservadores, la rabieta sexista de Arias Cañete y las
declaraciones ramplonas de Valenciano, aún no he logrado comprender qué votamos
ni para qué y, sobre todo, cuál es la propuesta real de cada uno de los
candidatos del “misterioso” voto útil.
Nos
han hecho saber que unos se postulan contra el machismo mientras otros se
declaraban libres de él, que si ganan “los de antes” caerán
sobre España las siete plagas de oriente y que si ganan “los de ahora” veremos
llegar el Apocalipsis; que uno no ha terminado su carrera universitaria y al
otro se le cuestionan ciertas relaciones empresariales en los límites de lo
ético; que el reventón de la burbuja inmobiliaria que ha agravado la crisis de
nuestro país, así como la dudosa política de los bancos en la época de bonanza
es responsabilidad de ambos, por las políticas especulativas puestas en
funcionamiento por unos, y el aprovechamiento incoherente de las mismas que los
otros hicieron, mirando hacia otro lado cuando fue necesario; y que ambas
formaciones hablan de la política estatal como si las políticas fallidas y
corruptas de las comunidades autónomas que unos y otros gobiernan no tuvieran
nada que ver con ellos.
Pero
nadie nos informa seriamente sobre lo que nos jugamos en estas elecciones,
sobre si, realmente, existe un futuro para esta Europa que es una unidad
de mercado sin una estructura política y legislativa común, ni sobre para qué,
exactamente, estamos votando.
Mañana
podremos reflexionar, lejos del ruido mediático de los discursos y de los
telediarios. Lástima que precisamente mañana se celebre la emocionante final de
la Copa de Europa entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid que, seguramente
nos mantendrá ocupados hasta altas horas de la madrugada y en eso, estoy
segura, habrá muy baja abstención. ¿Será que el deporte y los
grandes clubes millonarios hacen llegar su mensaje con más facilidad y menos
esfuerzo que los partidos? Tal vez los políticos deberían saltar a la arena
mediática en pantalón corto y sudar, como lo hacen los jugadores, para que
alguien los tome en serio.
1 comentario:
Fantástico.
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