Como en alguna ocasión ha dicho Julio Llamazares sobre su propia literatura, "La lluvia amarilla" no es un libro para entretener, no es un producto de consumo: es el agua fina que cala y nutre la mente, es el "tempo" íntimo y mesurado que conmueve, es un pedazo de alma que busca con los dedos en el alma del lector, lo acaricia, lo estimula y lo enriquece y le obliga a reflexionar y a sentir, a ponerse en contacto consigo mismo, a no seguir huyendo.
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