Lucien baila dejándose acariciar por la brisa que llega desde el lago. Tiene la mirada azul y la sonrisa afable de quienes serán niños para siempre. Su pueblo no sería igual si él no estuviera porque despierta a la mañana con sus saludos, mientras reparte el correo meticulosamente, puerta a puerta, y pregunta a todos por su salud, por su familia, por cómo han pasado la noche; y se toma un café, con mucha leche, en el bar de Etien; y después pasa por la panadería de Camille a comprar una hogaza; y disfruta de cada segundo con la intensidad pura de quien no ve el mal en todas partes, ni desea todo lo que no posee. Lucien, como dice su nombre, es un ser de luz.
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