A muchas personas reflexionar les provoca vértigo, angustia, indefensión, porque las obliga a poner en duda cualquier certeza y por eso despierta temor, desconfianza.
A los niños se los castiga en la silla de pensar, por lo que pensar se convierte en algo malo, algo que hay que evitar, algo de lo que hay que zafarse.
Cada día es más fácil conectarse a cualquier plataforma de entretenimiento para evitar que la mente, rebelde, indomable, fluya a su antojo proponiéndonos críticas dolorosas, alternativas incómodas, teorías no contrastadas.
Pero cómo decantarse por algo nuevo cuando todo, a nuestro alrededor, nos empuja a anclarnos a las certezas, a las verdades consolidadas, absolutas, que todos los que nos rodean parecen admitir sin dudar.
Paloma Ulloa
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