miércoles, 21 de febrero de 2018

Sala de espera

 
Mientras espero a que me atiendan en la sala helada de neón del consultorio, siento cómo mi yo, mi concreción humana, se diluye; va perdiendo forma y volumen y se traduce en sombra anónima, ligeramente temblorosa, seguramente asustada. 
Todos los rostros que me rodean son igualmente borrosos, indistinguibles, clínicos. Todos se mueven con la incomodidad tensa de la espera, todos guardan silencio y se amasan en la brutal constancia de su mortalidad.
De fondo un televisor orina noticias matinales que nadie escucha y el linóleo anaranjado narcotiza con su olor a consultorio.
Y yo espero; espero a que la pértiga de una voz que rescate mi nombre de una lista vuelva a ponerme rostro, y me devuelva a mi unicidad independiente, fuera de ésta sala de espera que nos amalgama y nos olvida.

Paloma Ulloa

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