Antonio López
Al alba las palabras martillean el silencio del autobús dormido, pero ella sigue apretando el auricular del teléfono contra su oído, aterrorizada de tener que quedarse a solas consigo misma durante unos minutos. De sus labios se deslizan secretos de cálida intimidad que llegan a un auditorio anónimo y entumecido por el sueño, incapaz de liberarse del fastidioso ritmo sincopado de su conversación.
Miro por encima de mis gafas y me encuentro de frente con su rostro joven y demasiado maquillado, pero ella no me ve porque, mientras habla, se mira insistentemente en el reflejo taciturno de la ventanilla, se recoloca el pelo, se roza la mejilla, reparte el carmin de sus labios apretándolos suavemene hacia dentro, se ríe, se ladea como buscando su mejor perfil y vuelve a retocarse la melena. Y, sin darme cuenta, me sorprendo pensando en el miedo poderoso que se va extendiendo entre la gente, obligándola a ocupar todos los tiempos intermedios de su vida para no sentirse sola.
A mi alrededor, muchos viajeros se aislan detrás de unos auriculares, otros se sumergen en las líneas de un libro o de un periódico y, algunos, muy pocos, contemplan el frío amanecer teñido de rubores y neblinas que despereza la ciudad prenavideña y luminosa.
1 comentario:
miles de instantes de cualquier mañana.
con lo bonita que es la navidad.que desperdicio!:-)
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