Walter Langley
Cada día, cuando los rayos del sol calientan las últimas horas de las tardes de otoño, ella abre los visillos y se sienta junto a la ventana, tranquila y en silencio, dejando que el calor penetre en su piel sabia.
Me entretengo en mirarla y su calma me reconforta porque ella es la verdad que palpita, es la firmeza y la dignidad olvidadas, es el recuerdo cálido de todas las madres, de todas las abuelas, de todas las tías que han acunado nuestras infancias y han ido quedando perdidas en el fondo oscuro de nuestra memoria.
Me entretengo en mirarla y su calma me reconforta porque ella es la verdad que palpita, es la firmeza y la dignidad olvidadas, es el recuerdo cálido de todas las madres, de todas las abuelas, de todas las tías que han acunado nuestras infancias y han ido quedando perdidas en el fondo oscuro de nuestra memoria.
1 comentario:
Jo! Me ha recordado a mi abuela, que me peinaba junto a la ventana para poder ver mejor...
Gracias
Almudena
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