Sólo cuando alguien ama de verdad la tierra que le ha dado la vida y la lengua, puede criticar con desgarro la impericia y el mal entendimiento de los que la destruyen.
Pero también es cierto que, ante cualquier crítica, una corriente de "patrioterismo"(cada vez más en auge), viene a silenciar la queja bajo el insípido telón de la "deslealtad" (que tan de moda han puesto nuestros tan desleales políticos).
Así que, cuando esta misma mañana he leído el artículo que semanalmente escribe Antonio Muñoz Molina ("Desolación de volver") en el suplemento Babelia de El País, he sentido, en cada palabra, el dolor de un hombre que ama su tierra y que ve con impotencia cómo la ignoracia y los intereses creados destruyen parte de su herencia.
Creo que muchos más deberíamos levantar la voz en contra de la estupidez impertante. Creo, sinceramente, que tenemos la obligación de no aceptar la destrucción de nuestro patrimonio en aras de la modernidad, de los localismos o de los presupuestos generales del Estado.
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