Sobre el cielo turquesa del amanecer se recorta la ilusión de una vida estable; la estructura fea de los edificios tiene aún la mórbida impronta de los sueños; el caminar cansado de la gente no ha despertado aún a la trampa mentirosa de la rutina que los hará correr, pagar, trabajar, beber, dormir en una oleada precipitada de acontecimientos involuntarios que se encadenan, que los encadenan.
Contra el cielo turquesa del amanecer la voz de la radio
es más concreta, más profunda, casi salvadora. Los “expertos” se derraman en
largas babas de palabras, las noticias detonan con la misma cobardía de
siempre, la publicidad se estrella contra el sueño.
Contra el cielo turquesa del amanecer la luz de las
viviendas fosforece de intimidades lentas y pijamas aún calientes, de destinos
tristes y propósitos sinceros, de niños aferrados a la almohada y de aromas a
café y a pan tostado.
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