Me gustaría coserme a las pupilas de la luna y verlo todo desde allí, en silencio, sin el ruido de los pensamientos que muerden la conciencia y desvían los caminos. Sin la presión del tiempo que nos empuja hacia ninguna parte. Sin el cansancio terroso de los futuros fracasos.
La vida cansa, pesa, corrompe el nácar de los días por vivir. Expande el aroma ansioso que nos enferma. Fumiga con su insidia la plácida conciencia de los niños.
Me gustaría coserme a las pupilas de la luna y verterme en ella para poder columpiarme en sus mareas y tatuarme en sus cráteres estériles y dejar que este mundo tan hermoso deje de arañarme el alma con su dolor inútil de mercader desalmado.
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