Polly Wettdeber
Fotógrafa: Annie Leibovitz del libro "Women"
Cuanta vida esconde un rostro, este rostro. Cuantos
momentos, cuantos recuerdos olvidados, cuantos meandros de una existencia
anónima y rica que dejará detrás apenas un rastro perceptible. Los ojos que retrata
Annie Leibovitz son mucho más que una historia, son el hilo conductor entre una
memoria humana y el observador que la palpa al otro lado de la imagen. De ellos
destila la inocencia de la infancia, la rebeldía lacerante de la
juventud, la calma de la madurez y la resignación latente de una vejez contra la
que lucha la modelo con su pañuelo en el pelo, sus cejas perfiladas y unos
labios rojos en un presente descarnado. Hay una sensibilidad
estremecedora en el gris de las pupilas, una energía inconmensurable en la
fibrosa longitud del cuello apergaminado, una extraña belleza en el movimiento
del cuerpo que parece querer salir del encuadre, con el bolso rojo aún al
hombro, como si esa donación de un segundo que concede a la fotógrafa para
intentar captarla debiese de ser tan fugaz como intenso.
Se podrían escribir mil pasados para Polly Weydener.
Yo la imagino trabajando en las fábricas norteamericanas, sustituyendo a los
hombres que se fueron al frente a salvar a Europa de la bestia fascista
mientras ella miraba de frente hacia el futuro. De sus brazos surgiría la
fuerza, de su mente la entereza para soportar las ausencias. Se podrían
escribir mil historias sobre esa cara surcadas de vidas y de emociones, de manchas
como mapas de un tesoro que llevase hacia una sonrisa apenas perfilada, a una Gioconda
anciana de un mundo sin memoria que al mira sin verla.
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