Richard Tuschman
Me perdí en tu mirada igual que se pierde un náufrago y sólo encontré sombras. Había creído que tras tus ojos tristes habría un mar de ideas, de palabras. Había imaginado que la suave inclinación de tu cabeza pensativa ocultaba grandes reflexiones, teorías arrogantes que a veces llegaban a avergonzarte, pero sólo hallé silencio. Te di en definitiva la forma y la carne que yo deseaba mucho antes de llegar a conocerte y, al poseerte, al abrazar tus momentos más íntimos, al escuchar tus pensamientos, sólo me llegó el eco de tu cabeza vacía, aburrida, inconsistente.
El mundo se hizo oscuro para mí y lloré la ausencia de ti y la mía propia que había quedado suspendida para siempre en un ensueño.
Me sentí viejo, viejo como se siente Dios cuando mira hacia nosotros y nos ve tan mezquinos y tan sucios de mentira y egoísmo, viejo como se siente el viento que araña y roe las mismas piedras, día a día, para intentar arrancarles el sustento.
Ahora que camino una vez más con las manos ancladas a los bolsillos, ahora que la tarde se hace larga y definida más allá de la playa, ahora que ya no habrá retorno que me lleve de nuevo hasta tus brazos, sé que no te perdí porque nunca te tuve, que la sombra que amé no estaba en tí y que he buscado en tu interior, inútilmente, todo aquello que yo mismo poseía.
Texto: Paloma Ulloa
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