Usando el nombre del mítico ave, Christian Ptzold recrea de forma elocuente
los primeros momentos de la postguerra alemana, cuando una sociedad y una
ciudad destruidas tienen que renacer de sus propias cenizas. Sobre el fondo de
un escenario de degradación física, el horror de la debacle moral de los
personajes enfrentados a la derrota, al exterminio y a la indignidad humanas, se pone en primer plano provocando que el
espectador, impotente, los vea evolucionar como títeres de una triste pantomima.
En muchos momentos, mientras veía el film, me venía a la memoria otra
mítica película que se rodó en la Alemania oriental justo inmediatamente
después de que terminase la guerra: “Die Mörder sind unter uns” (Los asesinos
están entre nosotros), una obra imprescindible por su belleza estética, por su espeluznante
guión y por la perspectiva durísima, de primera mano, de los supervivientes al
desastre.
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