Sobre el asfalto tiritó el cuerpo yermo. La madrugada pasaba sobre él sin detenerse, amasándolo en el fango aterido del rocío.
Las luces de la ciudad parpadearon ignorantes al otro lado del callejón acunado por la reverberación de unos pasos que se alejaban presurosos palpitando contra las paredes.
La gruesa silueta de la mujer asesinada, supurante de soberbias enmohecidas, se escondía temerosa detrás de la melena demasiado larga para su cincuentena mal llevada, pero un viento vengador extendió sus dedos implacables y descubrió su rostro avergonzado, maquillado aún con el último discurso y la última mentira.
Paloma Ulloa
1 comentario:
Este relato pide más..... Parece el comienzo de una novela negra.... NO nos dejes así.... Empar
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