jueves, 27 de septiembre de 2018

Diario para el olvido. Día 45

25 de septiembre de 2018

Hoy me he despertado con la voz de mi madre susurrando en mi oído. En el sueño vislumbré sus manos enrojecidas, maltratadas por los fríos inviernos, por las tareas indignas y  el agotamiento de las jornadas infinitas ¿Será esto el comienzo de la despedida que tanto he anhelado? Me han venido a la memoria los viejos olores de la infancia, a café y a jabón. Incluso me ha asaltado la certeza  de la luz que se filtraba en mi casa en las tardes ateridas del invierno, cuando nos apiñábamos alrededor de la mesa camilla para atrapar el calor en nuestras piernas famélicas. También me pareció ver a mi padre, tan severo y distante, de espaldas, sentado en aquella butaca vieja que había adquirido el olor acre de su piel y que nadie se atrevía a ocupar en su presencia.

Había un tumulto de pájaros al fondo que borraba el sonido de las voces y, sin embargo, nos entendíamos, reíamos y bromeábamos aunque ahora no puedo recordar por qué. Y, en mitad del sueño me sentí tan feliz que pensé que por fin había muerto y me dije “Así que es esto. Esto es la muerte. Pues no está tan mal”. Ahora sonrío mientras escribo estas líneas. La mente genera trampas deliciosas en las que caemos sin remordimiento con el firme deseo de que sean reales y nos lleven, sin esfuerzo, sin miedo, hacia el destino deseado, como los niños esperan apasionadamente, sin dudas, la llegada de los Reyes Magos.

G.M.

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