martes, 31 de diciembre de 2019

Feliz 2020

De puntillas sobre el acantilado del futuro, como cada Nochevieja, releo algunas líneas que me han conmovido a lo largo de mi vida. Es una buena manera de mirar hacia atrás, de contemplar de frente esas palabras que, como los ladrillos de un edificio, han construido parte de mi hogar emocional. 

“- La plegaria (…) es la forma vulgar, tardía, diluida por el racionalismo, de algo muy fuerte, activo y enérgico: el conjuro mágico, el acto de obligar a Dios.” “Doktor Faustus”, Thomas Mann

“El amor es una mirada que no descansa nunca, que no se satisface nunca.” “Un andar solitario”, Antonio Muñoz Molina

“Con sus dientes manchados de nicotina hablaba de amor de Dios”. “Fiesta al Noroeste”, Ana María Matute

“Desde la puerta del Red Bank, el disco blanco de un sombrero de paja destelló una respuesta: pasado.” “Ulises” James Joyce

“Tengo tanta conciencia de mi propio cuerpo, y me siento tan apartada de la habitual senda de la vida, que no puedo volver a escribir novela.” “Diario de una escritora”, Virginia Woolf

“Nosotros, los escritores alemanes de sangre judía, hemos sido los primeros en caer por Europa”. (París, 1933) “ Crónicas berlinesas”, Joseph Roth

“Y los libros, con sus ojos cerrados, en un orden de sumisos durmientes, me regalan desde su mudez una elocuencia mayor que cuando la luz obliga a mis ojos a violar el sanctasantórum de su tipografía (…)” “Voces para un tímpano muerto”, Miguel A. Zapata

“Llevaba en las botas barro que no podía limpiar en el felpudo, y traía conmigo sombras de las que el mundo del hogar nada sabía”. “Demian”, Hermann Hesse

“Hay  recuerdos, como fotografías que, cuando los revelamos en la cubeta de la memoria (…) aparecen movidos o velados parcialmente.” “Julio Llamazares

“Todo discurso es, pues, revelador y a la vez culpable, ofrenda y lodo. La Boca es un gigantesco aparato de sospecha; la filología un empeño bélico”. “El Sistema”, Ricardo Menéndez Salmón

“Además de los tesoros de una lengua, los diccionarios son cementerios. Junto a las palabras vivas y recién nacidas albergan también, si son buenos, todas las voces que han caído en desuso o han desparecido para siempre.” “533 días”, Cees Nooteboom

“El jadeo pastoso y monocorde del enfermo llenaba toda la habitación y resbalaba por sus paredes”. “La madre”, Maxim Gorki

“Y cuando la noche llegó, no cubriéndolo todo sino abriendo el libro celeste de las doce láminas (…) “En salvaje compañía”, Manuel Rivas

Éstas, obviamente, son sólo una pequeñísima parte de todas las que me emocionaron, de todas las que subrayé (debo admitirlo, suelo subrayar y anotar en mis libros), de todas las que me hicieron cerrar el libro y retenerlas en el paladar, durante unos segundos, antes de continuar leyendo. 


Para todos los que habéis tenido la paciencia de llegar hasta el final, de nuevo, feliz 2020.

viernes, 29 de noviembre de 2019

Reflexiones del Minotauro. Black Friday



¿Para qué necesito tres nuevos abrigos en mi armario? ¿Por qué tengo que tirar la cafetera que cada mañana, fielmente, destila el oro negro que llena de energía mis músculos y me ayuda a enfrentarme a la jornada? ¿Por qué debo sustituir el teléfono móvil - que me sigue manteniendo conectada con el conjunto inmenso y anónimo de la humanidad - por un nuevo modelo que me obligará a pagar una suma sustanciosa y que condenará al anterior a perecer entre el enorme montón de basura tecnológica que nuestro planeta no logrará digerir en centenares de años? 

El consumo compulsivo parece haberse convertido en la droga socialmente aceptada del presente. La descarga rápida, luminosa y estimulante de endorfinas que anega nuestro torrente sanguíneo cuando compramos algo que nos resulta deseado, oculta la insatisfacción permanente de no tener nunca todo aquello que querríamos, de no disfrutar plenamente de nuestras vidas o de amordazar nuestra soledad con el ruido de lo innecesario. Y cuanto más cerca está el final de esta etapa, más nos obstinamos en refugiarnos en la evasión de su decadencia, como los nobles venecianos del siglo XVIII que esperaron el fin de la República entre fiestas, disfraces y casinos mientras Napoleón avanzaba con paso firme ocupando todo el continente, como si a ellos no pudiera alcanzarles el futuro. 

Ahora, la pobre Europa tiembla ante la cercanía de una nueva etapa que parece adivinarse en el horizonte y esconde la cabeza en la repetición manida de recetas económicas fallidas que no nos han salvado en el pasado reciente y que prometen seguir fracasando en los próximos años. Y los ciudadanos, aterrados o inconscientes, nos lanzamos por la madriguera de conejo con la esperanza de no llegar nunca a chocar contra el riguroso fondo de esa realidad que pronto será de otros. 

Pero siempre hay un hueco en el armario para comprar un vestido que nunca estrenaremos, para completar el dormitorio de los niños con otra televisión para que no nos molesten con sus cosas o para hacernos con la última consola de videojuegos con los que entretener las largas, larguísimas horas de ocio que ya no se llenan con libros, ni con juegos de mesa, ni con películas sustanciosas que nos hagan reflexionar sobre las grandes cuestiones de la humanidad: ¿Quienes somos? (Consumidores) ¿De dónde venimos? (Del centro comercial) ¿A donde vamos? (Al Mcdonald’s). 

jueves, 7 de noviembre de 2019

Reflexiones del minotauro

Descubro en el metro el aburrimiento crónico de una sociedad ahíta e insatisfecha que consume su tiempo con urgencia pero sin destino, que espera que ocurra algo pero no participa en ello. Siento físicamente su apatía, su cansancio. En las miradas navega un vacío cóncavo, infinito. Sobreviven, respiran, expiran, pagan sus facturas, desean cosas que no podrán tener jamás. Se han olvidado de sentarse a ver amanecer. Se han olvidado de vivir.

domingo, 3 de noviembre de 2019

Reflexiones del minotauro

La “realidad” tritura al hombre, lo domestica y le hace cobarde, sumiso. Solo los locos se atreven a rebelarse contra lo establecido y a morir bajo las ruedas del poder, pero cuando son muchos los locos las máquinas no pueden destruirlos a todos y los equilibrios cambian. 

jueves, 12 de septiembre de 2019

jueves, 20 de junio de 2019

El retratista



Imágenes de AndrésLópezALL
www.allfotografia.com







¿Qué hay detrás de una toma, de la captura rápida de un rostro, de un gesto, de una mirada? El fotógrafo es un obseso que busca y rastrea desde el otro lado del objetivo, que elucubra sobre su personalidad, sobre su pasado, sobre su futuro. Tiene en sus manos un material delicado: la posteridad. Cuando los hombres del futuro contemplen la figura concreta de un individuo anónimo, de un actor o de un escritor, no verán realmente a la persona sino al personaje que el fotógrafo construyó para ella.

El retratista es un psicólogo, un compositor. Es un ser sensible y fantasioso, un creador de realidades. Unas veces vende la imagen rebelde de una modelo esplendorosa, otras las arrugas concentradas de un intelectual, a veces la miseria detrás de un individuo salido de las cloacas de una sociedad que lo desprecia. El retratista es el traductor de hombres que va buscando en los demás un camino hacia sí mismo.


Palpar el mundo ajeno es un vicio interesante. Retener el tono exacto de unos iris, la forma dinámica de la luz sobre la irregularidad de la piel surcada por los gestos copiados de los padres, de los amigos, de los actores a los que admira. Acariciar con la vista, escuchar la risa para capturarla en el relampagueo implacable del obturador, proyectar la idea de una personalidad a través del tiempo y del espacio es un placer profundo que trasciende la inteligencia humana.

Paloma Ulloa

domingo, 16 de junio de 2019

Annie Leibovitz: "Women"


Polly Wettdeber
Fotógrafa: Annie Leibovitz del libro "Women"

Cuanta vida esconde un rostro, este rostro. Cuantos momentos, cuantos recuerdos olvidados, cuantos meandros de una existencia anónima y rica que dejará detrás apenas un rastro perceptible. Los ojos que retrata Annie Leibovitz son mucho más que una historia, son el hilo conductor entre una memoria humana y el observador que la palpa al otro lado de la imagen. De ellos destila la inocencia de la infancia, la rebeldía lacerante de la juventud, la calma de la madurez y la resignación latente de una vejez contra la que lucha la modelo con su pañuelo en el pelo, sus cejas perfiladas y unos labios rojos en un presente descarnado. Hay una sensibilidad estremecedora en el gris de las pupilas, una energía inconmensurable en la fibrosa longitud del cuello apergaminado, una extraña belleza en el movimiento del cuerpo que parece querer salir del encuadre, con el bolso rojo aún al hombro, como si esa donación de un segundo que concede a la fotógrafa para intentar captarla debiese de ser tan fugaz como intenso.

Se podrían escribir mil pasados para Polly Weydener. Yo la imagino trabajando en las fábricas norteamericanas, sustituyendo a los hombres que se fueron al frente a salvar a Europa de la bestia fascista mientras ella miraba de frente hacia el futuro. De sus brazos surgiría la fuerza, de su mente la entereza para soportar las ausencias. Se podrían escribir mil historias sobre esa cara surcadas de vidas y de emociones, de manchas como mapas de un tesoro que llevase hacia una sonrisa apenas perfilada, a una Gioconda anciana de un mundo sin memoria que al mira sin verla.