martes, 29 de junio de 2021

Reflexiones del Minotauro

 


Normalizamos la barbarie. Escuchamos, impávidos, la papilla de horrores que nos sirven a la hora de la cena. Los niños mueren a manos de sus progenitores. Los pobres pierden sus casas. Las violaciones grupales se han puesto de moda. Los que huyen de las guerras chocan contra muros fortificados. Una pandemia invisible barre a los ancianos. Otra oleada de mujeres muere a manos de sus parejas. El sol sale y se pone. La tierra gira. Los ricos cada día son más ricos. China crece gracias a los efectos devastadores de la COVID-19 y a una lenta pero incesante deslocalización de la industria que la ha hecho algo más que poderosa, imprescindible. La cultura es un negocio. La hiperactividad infantil aumenta. La gente no lee. La tierra gira. El sol sale y se pone. Hay que ver la nueva serie de moda. Ya se consumen más alimentos en un año de los que somos capaces de producir en doce meses. La Amazonia será legalmente deforestada. Los totalitarismos aumentan y se consolidan. En Silicon Valley investigan sobre cómo erradicar la vejez. Los mares son de plástico triturado. Los casquetes polares se derriten. El desierto se extiende.  Después de las noticias podemos ver una película. Cuando explote ese edificio ya no estaré segura de si estoy viendo un suceso real o una trama cinematográfica. No importa. Es hora de dormir. Soñaré que todo se resuelve. La tierra girará otro cuarto de vuelta mientras descanso. Saldrá el sol. Me envenenaré de nuevo de esperanza, alucinógeno imprescindible para seguir viviendo, y solo al mirar a las estrellas comprenderé que, en realidad, nada de esto importa.

jueves, 10 de junio de 2021

Tarde de domingo


Leo los periódicos. Me aburro. Se repiten las mismas noticias. Los mismos errores. Se aran las mismas ideas (sujetas al ideario editorial de cada firma) una y otra vez. Hay una planicie mental abrumadora. Nada se mueve. Todo parece permanecer estático. Expectante. Como si esperásemos una detonación que provoque cambios mágicos a los que nos adaptaremos sumisamente pero en los que no participaremos de forma activa. Eso es cosa de otros. Alguien tendrá que hacer. Alguien se tendrá que responsabilizar. Alguien decidirá por nosotros.


Llega el verano. Nadie quiere pensar. Hay una tensión de huida en el aire. La masa se agolpa en el toril esperando a que se abran las puertas para salir corriendo sin mirar atrás, sin prevenirse ante el futuro inmediato del otoño. Sin abismarse en las terribles incertidumbres que siembran el campo minado del porvenir inmediato. Ya pensaremos luego. Después “dios dirá”. Ahora hay que respirar un poco. Nos lo hemos merecido.

Leo los periódicos. Me aburro. Se hacen loas ridículamente a políticos mediocres. Se defiende lo indefendible. Se ensucia con palabras innobles el campo del adversario sin reflexionar sobre las consecuencias. Y Madrid comienza a arder, un año más, aplastado por la canícula castellana reflejada sobre el asfalto inhumano, abombada por los malos humos de las personas y de los vehículos.

Leo los periódicos. Me aburro. Mejor abro un buen libro y me hidrato con el flujo nutritivo de un cerebro inteligente.

sábado, 5 de junio de 2021

Reflexiones a partir de “El hierro de tu piel”

 



La violencia sobre las mujeres no conoce de estratos sociales. Se suele relacionar  el maltrato con la  población más modesta y, sin embargo, entre las familias acomodadas también existe aunque oculto por capas de apariencias, vergüenza, costumbres, tradiciones e intereses.

Pero maltratar y humillar a un ser humano haciéndole creer durante años que no vale para nada, que es inferior, que no tiene otro futuro posible, que debe someterse al destino que le ha tocado vivir, no es algo exclusivo de los más desfavorecidos.


El peor infierno del maltrato no son los golpes, es el silencio. El silencio de la víctima que se esfuerza para que nadie descubra su vergüenza. El silencio de vecinos, familiares y amigos que no se atreven a preguntar cuando tienen sospechas, ni a intervenir cuando tienen certezas.