sábado, 26 de noviembre de 2016
Entrevista para "Leerenmadrid.com"
Debo agradecer a Leerenmadrid.com y en especial a Maribel Orgaz por la publicación de esta entrevista:
http://www.leerenmadrid.com/2016/11/hombres-que-consuelan-con-el-don-de-su.html
La insoportable corrosión de las palabras
Durante meses hemos sido sometidos a esa
insoportable exposición partidista de las palabras (cada una de ellas con su
carga negativa y manipuladora), hasta desgastarlas y vaciarlas de cualquier
contenido.
Todos, políticos, grupos mediáticos y
ciudadanos, nos hemos mecido entre discursos en los que se aireaban ideas
atroces que tenía el poder de acusar al contrincante de ser “populista”, “fascista”
y hasta “nazi”, sin que fuésemos plenamente conscientes del juego nocivo en el
que estábamos sumidos. No importaba realmente el efecto sobre los oyentes,
lectores o telespectadores, lo único importante era arrastrar a la mayor
cantidad posible de personas hacia una u otra posición. Los que no opinaban
como nosotros era “populistas”, los medios de comunicación que se postulaban descaradamente por una u otra opción usaban
ese maniqueísmo ramplón sin analizar las consecuencias de sus actos: el
desgarro social, el enfrentamiento ideológico, o más que ideológico, visceral,
que tal bombardeo provoca en las personas, a sabiendas de que la política
contemporánea raramente permite que se adopten decisiones extremas.
Nada importa, una vez conseguido el
objetivo ya habrá tiempo de desdecirse, de matizar, de buscar la negociación,
de curar las heridas. Pero no siempre se puede calmar el escozor violento que
se despierta en la gente desesperada, en la gente que cree tener “razón”, en
los que elevan sus banderas porque es lo único que les queda o porque defienden
el castillo de sus intereses.
Si nos hubiésemos podido ver desde el
pasado a través de un telescopio temporal, seguramente nos habríamos
horrorizado del simplismo al que ha llegado la política mundial, la inmadurez,
la falta de miras, la zafiedad de los discursos, la brutalidad propagandística
y hasta la impunidad con la que se defiende esto y lo contrario unos días más
tarde. La ética y la moral, en el sentido más puro de estas palabras, no valen
nada. Si hay que desenterrar a las víctimas o hay que elevar a
los púlpitos a falsos mártires, se hace sin pudor, sin sonrojo, con la
connivencia y el beneplácito de los aplausos propios, porque las críticas
ajenas no llegan a atravesar la cruda barrera fangosa de los adeptos. Se acallan
con gritos y soflamas las voces conciliadoras, los discursos lúcidos y moderados, y se expone a la población a una polarización insana que
traerá, inevitablemente, consecuencias inesperadas, porque despierta
sentimientos que están mucho más allá de la lógica o la razón.
Es desmoralizador ver que nosotros, herederos
de los horrores de los que fue testigo el siglo XX, de los que tanto se ha
hablado y tanto se han analizado, comenzamos a sentir a nuestro alrededor un
tufo insano de nostalgia que poco o nada tiene que ver con la realidad que nos
concierne. Si no despertamos pronto de este sueño enfermizo, es muy posible que
vuelva a desencadenarse la pesadilla.
miércoles, 23 de noviembre de 2016
Un paseo literario por Berlín
También disponible en:
He vivido, caminado, sentido, olfateado y transitado Berlín como quien se
siente arrastrado por una inspiración que no es capaz de identificar
físicamente. He explorado sus museos, sus calles, sus cafés, sus librerías, sus parques y sus
memoriales, palpándolos como un ciego que intentase comprender la forma exacta
de un rostro; y he seguido el rastro de todos los idiomas que vomita la ciudad con
la intención de construir un edificio de imágenes escritas que me permitiesen
traducirla en una geografía inteligible de palabras. Porque de palabras, de
libros y de historias está hecha y quizá por eso se multiplican los lugares de
encuentro en los que la literatura es el centro de todo, desde el romántico
palacete de la Im Literatur haus, rodeada por su coqueto jardín rumoroso que lo
aísla del tráfico de la cercana Ku’damm, al Literaturisches colloquium Berlín,
recogido en mitad del enigmático e intrincado bosque del Wannsee.
Pero la sucesión de convocatorias en las que la narración escrita es la
protagonista absoluta se encarna un calendario intensísimo que comienza con la
baliza del Festival Internacional de literatura y continua con un sinfín de presentaciones
de libros y lecturas que se programan en librerías de todo tamaño y condición, en
locales con vocación noctámbula y hasta en apartamentos privados.
Es imposible pasear por aquí sin escuchar la lúcida y alcoholizada voz de
Joseph Roth, en sus “Crónicas berlinesas” (1921 a 1933), que extiende ante
nuestros ojos la ciudad activa y mestiza de los años de entre guerras, la
miseria, la industria, el tránsito constante de coches grandes y negros como
insectos formidables, el primer semáforo que se instaló en Europa, y aquellos tranvías
atestados de obreros y oficinistas ignorantes del futuro que llegaría, casi de inmediato,
descerrajando sus vidas para siempre.
Pero también me acompaña el desheredado Franz Biberkopf en su viaje por el
horizonte crepuscular de los años veinte de “Berlín Alexanderplatz” con cuyo callejero
inestimable he reconstruido la urbe moderna que ha crecido sobre su carne
entumecida con raíces de piedra y acero. Y, tal vez, con Marta Hillers y su
“Una mujer en Berlín” he entendido algo mejor este presente que tiene su origen
en la humillación, el hambre y la desesperación que vivieron las mujeres
berlinesas durante la ocupación rusa, sometidas, violadas sistemáticamente y
avergonzadas, que se encerraron en sus silencios para poder sobrevivir. Del
mismo modo que, a veces, en esas miradas ancianas que aún se puede uno encontrar
en una esquina, me parece reconocer al “Buen Alemán” de Joseph Kanon que habitó
entre las casas desventradas y la ruina humana que dejaron los bombardeos. Y
puedo sentir el acero del miedo descrito en el paisaje fantasmal de la Guerra
Fría en “El espía que surgió del frío” de John Lecarré. Y la incomprensión, el
recelo y hasta la exclusión de los huidos de la
RDA en la “Zona de tránsito” descrita por Julia Frank.
Delicioso es, en cambio, el paseo a través de la novela (infantil-juvenil) “Emilio
y los detectives” de Erich Kästner en la que su protagonista recorre estas
calles en busca del ladrón que le robó ciento cuarenta marcos durante un
descuido, en el tren que le llevaba hasta la capital. Y emocional y
sorprendente es la visión de Ingo Schulze asomado a su “Avenida del sol”, desde
la que nos describe la extraña esquizofrenia de la ciudad fracturada en la que
los niños aceptaban con normalidad que su calle estuviese interrumpida por una
empalizada inabarcable que los separaba del resto del mundo, una empalizada a
través de la que llegaban los sonidos y los olores y sobre la que se
desplazaban las nubes y los pájaros en libertad, incapaz de detener la lluvia y
el sol que bañaba por igual a las dos “Alemanias”. Pero tampoco puedo olvidarme,
en este recorrido personal, del delirante relato de Vermes Timur en el que propone
la vuelta a la vida, en pleno siglo XXI, de un Hitler que encuentra en las
nuevas tecnologías y en la inocencia de la gente que le rodea, un campo nuevo
para volver a tomar el poder entre sobreentendidos y confusiones hilarantes que
sirven de autocrítica y análisis del mundo actual.
Desde luego, es imposible enumerar a todos los autores que vivieron (y
viven) aquí y que a veces usan la ciudad como telón de fondo, casi accidental, de
sus textos, como Cees Nooteboom que recopila en “Noticias de Berlín” las
crónicas que fue escribiendo en sus diferentes estancias en la ciudad y que son
un verdadero documento histórico del último cuarto del siglo XX. O que la viven
y la incorporan a sus vidas como Christa Wolf, Imre Kertés, Herta Müller, Julio
Llamazares, Carlos Cerda o yo misma, que he sentido su aguijón y he escrito (y
sigo escribiendo) textos ambientados en ella, entre los que se encuentran algunos
de los relatos que aparecen en mi último libro “Papel, papel y tinta” de la
Editorial Talentura como “Historia de un sillón”, en el que un mensaje atraviesa
el tiempo y el espacio para llegar, de la mano de una desconocida, hasta su
destinatario; “Abrazos robados”, en el que amor y la esperanza viajan en forma
de palabras; a los que les suceden otros muchos como “Sekura Fabrik”, “La
vendedora de periódicos” o “Despertar de la pesadilla” impregnados por la
atmósfera particularísima de esta urbe única.
En definitiva creo que se puede decir que Berlín es, hoy en día, la ciudad
más inspiradora y viva que conozco. Muchos son los que ya la denominan la “Nueva
York” europea, aunque no pocos de los que vivieron la caída del muro y su
resurgir comienzan a sentirse decepcionados de la evolución de esta “última
isla” que poco a poco va transformándose en una megalópolis moderna, despiadada
y anónima, como cualquier otra.
Paloma Ulloa
Reflexiones del Minotauro: La felicidad
Hace unos días me tropecé con
esta frase de Antón Chéjov: “La felicidad no existe. Lo único que existe es el
deseo de ser feliz”.
¿Existe realmente la felicidad
y, si existe, qué es, una inyección de endorfinas que provoca el cerebro en un
instante, el resultado de una pura reacción fisiológica a un estímulo o una
comprensión racional de la excepcionalidad gloriosa de un momento único, una
voluntad de no dejarse arrastrar por la angustia, el miedo y las presiones del
entorno? ¿Se puede ser feliz sin haberlo deseado? ¿Puede ser feliz alguien que
no sea capaz de desinhibirse para entretenerse durante unos segundos siquiera
en la belleza de un rayo de sol atravesando la bruma o en el placer de
compartir una conversación y una caricia con las personas amadas?
¿Es la felicidad un concepto
inalcanzable? ¿O por el contrario es una emoción tan fugaz que uno no es
consciente de haber sido feliz hasta que el instante en el que lo sintió ya
forma parte del pasado de forma irrecuperable?
Yo sí creo en la felicidad y
más que en ella, en la voluntad irreductible de ser feliz, de disfrutar cada
uno de los girones que se desprenden involuntariamente de la vida y que
iluminan nuestro recorrido. Se puede sentir esa felicidad en la mirada de un
niño, en una palabra amable, en la celebración de un éxito, en el consuelo
recibido como consecuencia de un fracaso, en el deseo incuestionable de
encontrar momentos mejores, en no dejarse desfallecer por el abatimiento, y en
la memoria de los buenos momentos que todos, hasta el menos afortunado, hemos
logrado atesorar a lo largo de nuestra existencia.
Entonces ¿existe la felicidad?
Sí, en la medida en que uno desee experimentarla y no se deje arrastrar por el desaliento
que a todos nos atrae como un imán en algún momento de nuestras
vidas, es decir, en la medida en que deseemos ser felices.
sábado, 19 de noviembre de 2016
Ayer en "El Marcapaginas" de Capital Radio
Ayer pasé un rato muy agradable en compañía de David Felipe Arranz y de todos los que componen el equipo de "El Marcapáginas", hablando sobre "Papel, papel y tinta" y escuchando en la voz de David, algunos fragmentos de mis relatos.
Gracias a todos.
Aquí podréis escuchar el programa de nuevo, si os apetece:
http://capitalradio.es/audios/20161118_MARCAPAGINAS.MP3
viernes, 18 de noviembre de 2016
Manos
Siempre me gustaron las manos venosas de mi madre, tan vividas, tan protectoras y, sin embargo, tan reacias a la caricia como palomas huidizas. Y ahora las encuentro en mí, replicadas en mis gestos y en mis irregulariades, aunque sutilmente transformadas por la rotundidad de otras manos que asoman por debajo de mi piel, más anchas, más masculinas, hijas directas de mi padre que hoy, justo hoy, hace ya demasiado tiempo que se marchó, dejándome huérfana de conversaciones y de recuerdos que nadie cosechará en su nombre.
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