jueves, 12 de febrero de 2015

Un jueves de febrero


Qué pesadumbre tengo en los pies de plomo de este invierno largo que me ahuyenta de mí misma. Qué cansancio en el tránsito de destinos que me alejan de mis aburridos cuadernos, esos en los que entretengo mi tiempo y en los que vomito cosas que no le interesan a nadie, todavía.

sábado, 7 de febrero de 2015

Montevideo en tí


Andrés López (ALL Photography)

Montevideo en ti, a través de ti, parece una ciudad dormida entre pasados, amasada por la benéfica brisa del Río de la Plata, inventada por colonos portugueses, recuperada para España sin urgencia, injertada de familias canarias y argentinas y tomada al asalto por los británicos como en una novela de Stevenson.

Miro a través de las ventanas de tus ojos los galpones dormidos, la terraza embaldosada y descosida, las librerías apiladas de palabras viejas y húmedas, los puestos de vigilancia sonámbulos en las comisuras de las calles, los improvisados tenderetes del mercado de las pulgas, cansado de sí mismo y de su hartazgo, el caminar enloquecido de los taxis, el vacío de las tardes de domingo. Y cuando conversamos por teléfono oigo de fondo el deje cadencioso y calmo de esas voces que me recuerdan tanto a las de los amigos y que sin embargo resuenan de otro modo, más conformista, menos comprometido.

Tengo a través de ti una memoria clara del perfume de las carnes a la brasa en este verano del sur, y un recuerdo de pocitos de café como los que usaban las abuelas, y una dejadez desmayada de omnibuses casi vacíos y un roer de la luz del río que se hace mar aunque no quiera.

Hay en tu relato visual un rastro de la Cuba más resignada en los coches desventrados, en las casas de belleza ajada, en la calma quebradiza y a veces suspicaz y siempre esquiva, en las cuadras desarmadas por la molicie del tiempo y el aliento del mar, en las marquesinas incongruentes sobre fachadas históricas que languidecen tras reclamos de fotocopiadoras o de cafeterías sin vida.

Monteviedo duerme un sueño canicular en tus pupilas, un sueño que vuela sobre Quiroga y rebota en Borges, que toca los tambores de esclavo en el carnaval y se reivindica en cantautores prolijos, que juega a esconderse detrás de las fachadas deshilvanadas y quiere vivir en Carrasco.

Tú no lo sabes aún, pero traerás clavado en ti el aguijón extrañamente venenoso de esa tierra y cuando vuelvas a mirar estas fotografías que has hecho para mí y que me han inflamado las fantasías del alma, recordarás con anhelo incluso las cosas menos bellas; “capás es” de rememorar los paseos sin urgencia, con los que intentaste comprender lo que ibas descubriendo calle a calle, esquina a esquina, en el rumor de los días de ese verano húmedo y algo despoblado que te atrajo con los sones carnosos del carnaval y con los rituales confusamente africanos de la fiesta y te alejó con la refractariedad de las improvisaciones sucesivas y de las concreciones imposibles.


Paloma Ulloa