lunes, 21 de diciembre de 2015

Extraño otoño



Qué otoño tan extraño, demasiado cálido, demasiado contaminado. Alrededor de los árboles que aún no han abandonado del todo su pelaje, sobrevuela una neblina sucia y dorada como una trampa, y el horizonte ha perdido su azulino resplandor y se ha vuelto ocre y denso, abrazado por un manto de arena.

Va llegando la Navidad y, en cambio, el aire huele a primavera, las terrazas se llenan de palabras, los pájaros revolotean inquietos en los alféizares soleados y las luces de estas fiestas titilan somnolientas como si las hubieran dejado olvidadas, prendidas sobre el mes de abril.

Es un otoño ajeno, lleno de paseos y de gente enardecida por las últimas compras y las últimas noticias que han quedado colgando de una indefinición gomosos y desconcertada.


Madrid otoñea primaveralmente despertando asombro en los turistas y cansancio en los vecinos que se quejan de la falta de lluvia y de viento, de las alergias, de la sequía y de la política en la misma conversación repetida una y mil veces en los portales, en los ascensores, en los bares y en los parques.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Mi vida entre palabras


Fotografía de autor desconocido


Me pesan los libros, los libros que he leído y los que me quedan por leer, los que he escrito y los que se quedarán para siempre en el cajón de mi memoria, los que me nutrieron y los que me decepcionaron, los que dejé prestados y no me devolvieron, los que compré de viejo, con toda su carga de manos anónimas y los que devoré en las bibliotecas públicas cuando era un niño.

Mi tiempo ha transcurrido entre palabras como el de otros lo hace entre barcos, entre salas de hospital o tribunales. Sobre el papel he vivido las más grandes aventuras sin arriesgar mi piel ni mis fuerzas, con la certeza de que con solo cerrar la tapa del libro o del cuaderno en que escribía, terminaría el miedo, la pasión o la zozobra.

Soy viejo, tan viejo como nunca llegué a pensar que podría ser. Se me secaron las manos y se llenaron de venas inflamadas, como la piel de un árbol longevo y fuerte que hubiese crecido hacia el futuro y, sin embargo, sigo soñando como un niño, sigo imaginando escenas, conversaciones, pensamientos. Sigo batiendo personajes indefensos que encuentro en cualquier parte.

Esta mañana me miré al espejo y me observé por primera vez como a un extraño. Me entretuve en contar mis arrugas, las manchas de mi piel, el pliegue delator de mis párpados que se adormecen sobre los ojos cansados, el rictus insidioso de mis labios que se empeñan en descender hacia la barbilla amortiguada, la rebelde blancura de mis sienes. Imaginé cómo habría sido la vida de ese anciano que me observaba atentamente y salieron de él todas las cosas que he leído: las batallas, las derrotas, los héroes, los amantes, los eunucos, las mujeres, los niños, los monstruos y las hadas con las que me entretuve en otro tiempo. Y comprendí que he sido afortunado porque he vivido todas las vidas que recuerdo, la mía y la de otros. 

Después me revisé, como un médico revisa a un enfermo. Tomé el pulso de mi mente, también el de mis deseos, y me sentí pletórico y dispuesto a sumergirme en otra historia. Cogí mi cuaderno de notas y comencé a escribir sin prisa, como siempre, entreteniéndome en cada giro, como lo hacía antaño, cuando nada me obligaba, cuando aún no me esperaba un lector al otro lado de mis palabras, cuando el tiempo entero me pertenecía y el porvenir era una idea lejana y profunda que no me reflejaba. 

No sé si acabaré los libros que me esperen apilados sobre la mesilla de noche. No sé si lograré concluir mi próxima novela, que ya revolotea como una mariposa insatisfecha entre mis parietales. Lo único que me inquieta es dónde irán todos mis personajes cuando ya no esté, dónde quedarán los que aún no he creado, los que a veces me tientan desde la intimidad de mi cerebro. Qué será de todas las historias que no enhebró mi pluma. A veces creo que se quedarán flotando en el aire y que otros los encontrarán y darán vida y, otras, siento que morirán conmigo, para siempre, víctimas de mi incapacidad o mi desgana.

Si por casualidad, cuando yo ya no esté, los encontraran por ahí, desorientados, buscando una salida, acójanlos, denles cobijo pues son almas perdidas, las almas que este viejo no pudo o no supo rescatar de las tinieblas.

Paloma Ulloa




miércoles, 16 de diciembre de 2015

Somos grandes, que nadie nos engañe.



Me preocupa el resultado de las próximas Elecciones Generales porque después del decepcionante debate del lunes creo que las fuerzas políticas tradicionales están encastilladas en actitudes de enfrentamiento; porque no han hablado de cómo trabajar para construir una España mejor; porque siguen reproduciendo la cansina demagogia que nos ha llevado a la crispación y a la disgregación, en vez de a la unión de nuestras fuerzas. 

Me preocupa que primen los intereses particulares de los lobbies que apoyan a las formaciones más consolidadas por encima de la noble tarea de construir un proyecto que realmente nos permita enfrentar el siglo XXI con todo lo que nos hace grandes: nuestra capacidad de trabajo, nuestros científicos, nuestros técnicos, nuestro potencial humano e intelectual, nuestra grandeza histórica y cultural, nuestra diversidad geográfica y lingüística y nuestra creatividad.

Tenemos un gran país, un país que es como un niño, tierra moldeable y rica con la que  tender un puente sólido y estable hacia el futuro si los políticos en los que debemos confiar a partir del 21 de diciembre estuviesen realmente a la altura de sus ciudadanos. Pero nos hace mucha falta recuperar nuestra autoestima, creer en nosotros mismos y convencernos de que somos capaces de llegar hasta donde nos propongamos y para eso, los que nos representen tienen que creer también en nosotros, en todos nosotros, tienen que alimentar nuestro deseo de superación y sentar las bases de una recuperación emocional, económica, cultural e industrial.


Somos grandes, que nadie nos engañe. Nuestra fortaleza no está más allá de las fronteras, nuestra fortaleza está en nosotros mismos. Voten el próximo 20 de diciembre, voten lo que deseen, lo que les represente, pero voten. Ejerciten su derecho a decidir y exijan un comportamiento ejemplar a aquellos en los que depositen su confianza. Necesitamos esfuerzo y dignidad. Necesitamos coherencia y un trabajo constante y honesto para que nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros biznietos se sientan orgullosos del futuro que les dejaremos como única herencia posible. 

martes, 24 de noviembre de 2015

Confusa ante esta guerra



Estoy confusa. Vivo convencida de que estamos asistiendo a la Tercera Guerra Mundial contra un estado que “no existe” y que se enfrenta a nosotros con guerrillas suicidas que nos golpean por cualquier flanco sin que seamos capaces de defendernos.

Contemplo totalmente sobrecogida la impotencia de Bélgica, tomada por el ejército, convertida en el supermercado armamentístico de Europa y sorprendida de ser un nido de integristas que van y vienen de Siria como quien se da un paseo por el parque. 

Estoy tan confusa que yo misma me debato entre el convencimiento de que más bombardeos sobre ese “Estado Islámico” sólo sirven para crear más extremismo y para masacrar a una población civil que malvive colonizada por fanáticos y amenazada por los no menos fanáticos “liberadores occidentales”; y el miedo que me lleva a pensar que no nos podemos quedar de brazos cruzados mientras el terror amenaza nuestra supervivencia con más virulencia cada día.

Pero lo que más me revuelve es que, en medio del terremoto emocional que han supuesto los últimos atentados de París, la Unión Europea parece retorcerse en su propia impotencia, incapaz de dar un mensaje único e inequívoco: Francia exige ayuda militar, Alemania se esconde en un silencio incomprensible, Bélgica gira sobre sí misma como un perro intentando cazarse la cola y España sobrevive en la indefinición electoral, para evitar que un mal paso pueda hacer volar los votos en la dirección equivocada. Si a todo esto le añadimos el papel de superhéroe que se está arrogando Putin y el poder que los aterrados países europeos le estamos dando al reyezuelo turco para evitar que los molestos refugiados sirios lleguen hasta nuestras fronteras, parece que nos encontremos ante un vodevil de tercera categoría en el que los actores no se saben su papel y el maquillaje no cubre bien la barba de la primera actriz.


viernes, 6 de noviembre de 2015

El temblor chino



Ya se ha comenzado a hablar sobre un posible derrumbe de China. Un pinchazo de la burbuja económica del gigante asiático podría arrastrar a todo el planeta, llevarlo de nuevo a la recesión o hasta al colapso financiero. Pero aunque las nubes de tormenta empiezan a ser visibles para algunos, parece que nadie está dispuesto a tomar medidas preventivas que nos protejan tanto si los augurios de desplome se producen como si, monopolistas casi absolutos de la producción, los chinos decidiesen extorsionar al “mercado” con un cambio de rumbo de sus políticas mercantiles.

Yo no soy una voz relevante, ni probablemente tenga todos los elementos de juicio necesarios para concluir que esos rumores son sólidos y, sin embargo, creo que estamos despilfarrando tiempo y fortunas en intentar prolongar un presente que hace décadas que se reveló insostenible, en vez de idear y construir un futuro capaz de contenernos a todos; en vez de producir un nuevo tejido industrial (ya que el que teníamos lo abandonamos en favor de producciones más baratas y menos justas que a la larga nos han empobrecido); en vez de encontrar nuevos sistemas industriales más ecológicos y mejores.

En un país como España, en el que el talento y la capacidad de trabajo son parte de nuestro ADN como se ha demostrado por la inmensa cantidad de creadores, científicos e investigadores que exportamos cada año, en una nación que posee algunas de las fortunas más importantes del planeta, me niego a creer que no seamos capaces de proponer nuevos modelos de vida, nuevas ciudades en el extenso terreno baldío del que disponemos, en las que las nuevas tecnologías, la industria, la ecología y la economía sean capaces de convivir, sin convertirse en sistemas predadores como los que, hasta ahora, hemos explotado.

Es cierto que para lograr un objetivo tan ambicioso se necesita savia nueva en los gobiernos para que no estén contaminados por el clientelismo, por la apatía, por la rutina y que tengan el talento suficiente para aunar economía sostenible, tecnología, visión de futuro y capacidad de riesgo, que tengan el arrojo de negociar tanto con las grandes fortunas, los empresarios, los emprendedores, los banqueros, como con los científicos, los investigadores, los desarrolladores de ideas.

No es descabellado creer que el trabajo en equipo, los beneficios fiscales y el manejo de los fondos europeos se utilicen, por una vez, para sembrar la semilla del futuro en vez de para que algunos, mediocres pero avaros, se enriquezcan a costa de empobrecer los bolsillos y el porvenir de sus pueblos. Necesitamos nuevos gestores capaces de soñar y a la vez de mantener los pies en la tierra. Necesitamos gente que no desee continuar la senda y que tenga la energía y la inteligencia necesarias para abrir caminos nuevos. Necesitamos personas capaces de adelantarse a los acontecimientos que se avecinan como el agravamiento de los problemas medioambientales, la superpoblación mundial, la guerra energética, el terrorismo o las mareas migratorias y cuyas propuestas no estén constreñidas por los intereses de los grandes poderes en la sombra. Necesitamos, en definitiva, dirigentes dispuestos a dialogar y a crear gobiernos multidisciplinares y multipartidistas en los que prime el interés común sobre el egoísmo de patas cortas al que estamos acostumbrados.

No se si China se romperá en mil pedazos como consecuencia de una crisis económica, o de una crisis política que lo disuelva en una miríada de estados, pero lo que si se es que el actual equilibrio es quebradizo y que en las manos de todos está rehacer los cimientos del porvenir antes de que se nos derrumbe encima el presente dejándonos en la más absoluta indefensión como consecuencia de la ineptitud interesada de unos pocos.


viernes, 7 de agosto de 2015

Berlín, 7 de agosto de 2015



Hoy el tiempo está detenido bajo un calor plomizo. Alguien escucha una música triste que se escapa por la ventana abierta, anónima, sin sombras y la sugestión de un tiempo no tan lejano inflama el pensamiento.

Todo parece en calma y, sin embargo, nada se detiene: los políticos y los mercados tejen estrategias mientras los berlineses están de vacaciones, pero el mundo, igual que siempre, tiene la vista fija en esta ciudad que se ha convertido en un yunque de plomo envuelto en seda.

No hace mucho un colombiano afincado en el corazón de Prenzlauerberg nos dijo que Alemania volvía dar miedo y sin embargo, en los espacios libres y jóvenes, en las calles desenfadadas, en las conversaciones plurilingües que se entablan de los biergarten, en las terrazas y en los cafés esa sombra temible que proyecta sobre el futuro resulta tan lejana, tan irreal y tan inimaginable como el desastre y el caos en el ojo del huracán.





lunes, 13 de julio de 2015

Cine: Phoenix



Usando el nombre del mítico ave, Christian Ptzold recrea de forma elocuente los primeros momentos de la postguerra alemana, cuando una sociedad y una ciudad destruidas tienen que renacer de sus propias cenizas. Sobre el fondo de un escenario de degradación física, el horror de la debacle moral de los personajes enfrentados a la derrota, al exterminio y a la indignidad humanas,  se pone en primer plano provocando que el espectador, impotente, los vea evolucionar como títeres de una triste pantomima.


En muchos momentos, mientras veía el film, me venía a la memoria otra mítica película que se rodó en la Alemania oriental justo inmediatamente después de que terminase la guerra: “Die Mörder sind unter uns” (Los asesinos están entre nosotros), una obra imprescindible por su belleza estética, por su espeluznante guión y por la perspectiva durísima, de primera mano, de los supervivientes al desastre.