domingo, 28 de octubre de 2018

Diario para el olvido. Día 53

10 de octubre 2018

Irina escapó de Ucrania para acabar aquí. Parece una mujer feliz, alegre, una de esas mujeres que aprovechan las ocasiones y trabajan sabiendo explotar, a cambio, cada una de las ventajas que la vida le pone a mano. La conocí en el mercado, entre los atunes y el cerdo, repiqueteando con su risa el aire denso de los abastos diarios. La invité a tomar un café y ella se rió, me acarició la cabeza pelada y se agarró a mi brazo con camaradería, igual que lo habría hecho con cualquier colega del instituto, supongo. Fue muy refrescante tenerla a mi lado. Después de mi vecina lectora, hacía meses que no me fijaba en ninguna mujer. Ella hablaba rápidamente cometiendo pequeños y deliciosos errores gramaticales que salpicaban sus comentarios sin importancia y yo la escuchaba, sonriendo, barrido por ese frenesí vital que lo iluminaba todo a su paso. Por un momento, solo por un momento, me apenó recordar el poco tiempo de vida que me queda. Y en un momento indeterminado ella se levantó, me besó en la frente y se fue, dejándome en el bar, entre el rumor de las máquinas tragaperras y la baba incandescente de la televisión. Fue como si me hubiera acercado demasiado al sol sin llegar a quemarme. Fue como si la vida hubiera querido mostrarme, justo antes del final, otra de esas cosas maravillosas que ya nunca podré tener. 


G.M.

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