martes, 14 de agosto de 2018

Diario para el olvido. Día 15

13 de agosto de 2018

Ayer fui al cine. Me senté en una butaca, en la penumbra de la sala y esperé, como un niño, a que comenzara la película, pero antes tuve que soportar quince minutos de publicidad ramplona y analfabeta con la que pretendieron venderme unas golosinas que me harían feliz, unos viajes en un barco que parecía una cárcel flotante en la que solo aceptasen pasajeros de bajo rendimiento intelectual; y un coche que, por los efectos beneficiosos de la producción alemana en serie, lograría librarme de todos los embotellamientos además de convertirme en un ciudadano libre y dichoso.
Después comenzó la película. No estoy seguro de recordar completamente el argumento. Incluso creo que en más de una ocasión me quedé profundamente dormido. Aunque, con la asepsia propia de la urgencia del mundo en el que vivimos, al terminar la cinta, y cuando aún comenzaban los primeros acordes de la banda sonora que da pie a los títulos de crédito, la luz de la sala se encendió violentamente y me dejó enceguecido y confuso durante unos momentos como si alguien pretendiese pillarme
con las manos en la masa en la comisión de algún delito.
En fin. Creo que no volveré a una sala de cine en mucho, mucho tiempo.


G.M.

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