viernes, 3 de agosto de 2018

Diario para el olvido. Día 10



2 de agosto de 2018

Ayer me olvidé de escribir. Fui tan feliz durante unas horas que no necesité mi dosis. Volví a encontrarme con mis viejos amigos en el café de siempre y las conversaciones fluyeron y se bifurcaron durante horas. No había sido consciente de cuánto añoraba el contacto humano hasta ayer. 
Las mismas sonrisas, más gastadas, es cierto, y la misma conexión, chispeante. Nos quitábamos la palabra, nos asombramos  de haber leído a los mismos autores, incluso de haber llegado a las mismas conclusiones. Fue una catarsis vibrante que me llevó de vuelta a los 20 años, cuando creíamos estar construyendo un nuevo mundo al otro lado de una dictadura tenebrosa. 
Sí, durante unas horas todo brilló, todo volvió a ser como antes de dejarnos ir, de permitir que muriese la esperanza avisada por la resignación y el desaliento, anegadas por las obligaciones sobrevenidas. Pero no somos tan viejos. Yo no soy tan viejo. Aún puedo vivir una vida más, tal vez la última, si, pero quizá también la definitiva, aquella para la que siempre me creí predestinado. Tal vez, por qué no, aún pueda disparar la última bala, hacer el último intento antes de desaparecer para siempre por el sumidero de la vida.


G.M.

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